En el periódico La Nación del domingo 7 de febrero, Rodrigo Arias Sánchez, en un comentario que titula “Costa Rica está primero”, plantea dos asuntos que me han llamado la atención. Por un lado, critica a los sectores patronales y laborales que solicitaron al gobierno suspender, durante un mes, el avance del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el propósito de informarse mejor. Por otro, dice que no puede condicionarse el avance de dicho acuerdo a la solución de problemas estructurales que no hemos sido capaces de resolver durante décadas.
Yo no estoy de acuerdo con esas apreciaciones. En relación con el primer asunto, el Gobierno de la República, en aras de la transparencia, la publicidad de las actuaciones y la rendición de cuentas tiene la obligación de informar al pueblo de lo que está negociando con el FMI. A su vez, de manera correlativa, el pueblo –incluida la Asamblea Legislativa–tiene el derecho a contar con el tiempo y la información suficientes para estudiar y analizar la conveniencia o inconveniencia de tal acuerdo.
Negar ese derecho –como propone Rodrigo– sería reducir la Asamblea Legislativa a cumplir un papel decorativo y obligarla a votar las propuestas del Gobierno de forma afirmativa sin estudiarlas. Además, significaría negar al pueblo el derecho a la participación en la gestión de los asuntos públicos. Ya pasaron las épocas en las que los acuerdos con el FMI se hacían de espaldas a la gente.
¡Necesitamos un acuerdo, pero hagámoslo bien! En estos momentos de tanta incertidumbre, contar con “algo de tiempo”, para ver de qué se trata y cómo nos afectarían las condiciones del FMI, le devolvería a la ciudadanía el sentimiento de seguridad y confianza, tan venidos a menos, en los últimos tiempos.
El segundo asunto que sugiere Rodrigo Arias Sánchez es que la obligación de solucionar problemas estructurales que no hemos sido capaces de resolver durante décadas no puede condicionar las negociaciones con el FMI. ¡Habrase visto algo más absurdo!
Con esta sentencia, Rodrigo nos condena, como país, a la inacción y al fracaso permanente: como en el pasado no hemos sido capaces de resolver los problemas acumulados, entonces ahora tampoco podemos hacerlo. Lo que propone es hacer lo mismo siempre: “patear el tarro hacia adelante “y así, una y otra vez, hasta el fin de los tiempos, porque cada vez que se presente la oportunidad de innovar nos encontraríamos con esa cruda realidad: como no hemos sido capaces de resolver los problemas ahora tampoco podremos hacerlo.
Posiblemente, frente a lo anterior, Rodrigo argumentaría que esa posposición es solo mientras se soluciona la crisis y que luego se emprendería el camino de las verdaderas reformas estructurales. Pero todos sabemos que eso no es cierto y que ya no tenemos que aceptar más ese conformista cuento que nos han engatusado por décadas. Espero que tampoco se utilice la conformista y falaz afirmación de que “la política es ciencia de realidades”; yo digo que no, que eso es resignación y que más bien, la política es la oportunidad que la vida nos da para soñar, trabajar y así transformar el Estado de manera que todos podamos vivir mejor.
Yo pregunto, ¿dónde está prohibido que paralelamente con la solución del problema del flujo de caja del Estado, no se pueda al mismo tiempo reformar el aparato institucional, promulgar una nueva Constitución y soñar con la fundación de la Tercera República? ¿Por qué no podemos avanzar al mismo tiempo en las dos vías? ¿Por qué tenemos que seguir haciendo las cosas –los gobiernos de Liberación Nacional incluidos– como se hacía en el siglo pasado? Hoy ya no es suficiente con un acuerdo con el FMI y poner un parche por aquí y otro por allá para resolver los problemas del país. La historia lo confirma. Henos aquí, solo dos años después de la última reforma fiscal queriendo ponerle más impuestos a la gente.
Costa Rica ya no se puede darse el lujo de continuar posponiendo la solución de los problemas nacionales. Junto a las negociaciones con el FMI necesitamos crear una nueva cultura política de solidaridad, que nos permita superar la pobreza; de valentía, que nos permita superar la parálisis que provoca el miedo al cambio; de equilibrio, que nos permita superar el valle-centrismo en favor del desarrollo armónico de todas las regiones del país y; de innovación y modernidad que permita superar la cultura de los remiendos y construir una nueva Costa Rica, reitero, para que todos podamos vivir mejor.
¡La solución la tenemos nosotros! Aprovechemos esta crisis –no sabemos si contamos con mucho más tiempo– y decidámonos a escribir un nuevo pacto social y fundar la Tercera República.