Soy músico y siempre he tratado de ser tolerante con algunos géneros musicales, que me perece aportan poco o nada a la cultura y a la formación integral del ser humano; también he aprendido a reconocer -con humildad- lo que vale la pena dentro de la creación musical.
Por lo que confieso que respeto y reconozco la creación de Ricardo Arjona, sin embargo, siempre me ha parecido también que desde sus inicios ha transitado por el filo de la navaja, -por la cuerda floja- entre lo comercial y lo realmente importante y admirable. No se puede negar que tiene su dosis de poesía, pero comparado con otros “monstruos” de la canción poética, indudablemente se queda corto: por lo cual su trabajo siempre me ha parecido nada excepcional.
Aclaro que no tengo nada personal contra Ricardo Arjona, solo parto de él y de su creación para poder “anclar” objetivamente este comentario, puesto que es indiscutible, (y eso hasta yo lo reconozco), que dentro de los compositores que han aparecido en los últimos años, Arjona es uno de los que más se ha centrado en rescatar la “canción con mensaje”, y si se quiere: “¡pensante!”; pero siempre dentro de los parámetros de la música comercial. Arjona es básicamente un “contador de historias”, algo así como sería en nuestro medio: “un Juan cuenta-cuentos de la canción”; no obstante, al imprimirle su propio estilo y originalidad, la eleva a una categoría de “aceptable dignidad”, en el escalafón de lo que se espera de una composición “que se respete a sí misma”.
Así como Arjona, también encontramos algunos otros compositores, (contaditos con los dedos de una mano), de los más conocidos dentro de la música comercial contemporánea, que “medio se salvan” en esto de ser honesto, transparente y positivamente motivador en lo que se quiere compartir con los demás, y en este contexto, hay que aclarar que Arjona al menos compone sus propias canciones, lo cual ya de por sí, lo convierte en ”cantautor”; pero: ¿qué me dicen de muchos otros, -en algunos casos hasta más populares que Arjona- y que en toda su inútil y “farandulera vida”, jamás escribieron una sola letra, ¡y tienen el “desvergonzado descaro” de llamarse “artistas”!; en lo personal, tolero (ojo, que no es lo mismo que “¡respeto!”) prácticamente cualquier tipo de género musical, eso sí, y debo de ser sincero, ¡con excepción del reggaetón!; que aunque también lo he tolerado por el simple respeto a la expresión ajena, siempre me seguirá pareciendo el género más enajenado, idiotizado y aberrante que haya parido la moderna música comercial; (con excepción – por supuesto – de “Calle 13”; y que además, “¡como gran ironía!”, son precisamente los “reggaetoneros” los que a menudo arrasan con casi todos los “Gramyes”; ( los grandes premios de la “meca” de la música Internacional); imagínense ustedes; ¡hasta esta absurda decadencia hemos llegado!, “!tal es el grado de la metástasis crónica de la crisis que padece la música moderna!”; (pero eso es cuento para otra historia).
Por eso me sorprende que de un momento a otro, Arjona arrasó con multitudes que se declaran sus acérrimos seguidores, al punto de idolatrarlo y compararlo hasta con Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat o Silvio Rodríguez; ¡por favor!, no se puede negar que Arjona, al lado de tantas “Paquitas las del Barrio” que pululan en nuestro tiempo, definitivamente es un reivindicador de las letras con “contenido interesante”; ¡pero hasta ahí! Es probable que la mayoría de sus seguidores jamás hayan tenido la oportunidad de conocer ni escuchar a otros cantautores en otros distintos géneros musicales, pero sobre todo en el género ¡de la trova!; que han sabido catapultar la poesía a niveles absolutamente alucinantes.
Entonces; ¿a qué se debe este fenómeno mediático que provoca Arjona así como otros “ídolos” del momento?; de hecho, en primer término creo que es producto de un tiempo de frívolas banalidades, donde difícilmente se encuentra un asidero donde anclar los sueños y las convicciones personales, donde todo es fútil, superficial, reemplazable, desechable. Sin embargo, la gente en el fondo no puede obviar esa necesidad ancestral de “mirarse para adentro”, de indagarse, y por ende, identificarse con algo, tener un referente que le dé sentido y valor a su existencia; y es aquí donde Arjona juega un papel de “catalizador” de masas. Por otro lado somos testigos de cómo funciona el “marketing” de una efectiva maquinaria publicitaria, violentamente avasallante y de tal calibre, que subrepticiamente se va convirtiendo en una avalancha imparable, que no da tiempo de pensar ni razonar correctamente, cuando te das cuenta te tiene envuelto y rodando, como dice el Gran Silvio Rodríguez en su canción “La Maza”: “entre un amasijo de cuerdas y tendones”, “entre lucecitas montadas para escena”; imagen que encaja perfectamente con lo que Vargas Llosa define como la “Cultura del Espectáculo”, donde lo que prima es lo “impresionable”, lo “ostentoso”, lo ”espectacular”; aunque tan solo se barnice con pinceladas de inteligencia.
De verdad, conozco amigos músicos que son excelentes compositores de canciones y sin embargo se mantienen en el anonimato, si tan solo se les diera al menos ¡una sola oportunidad!, tan solo con un poco de difusión quizás serían mejores que cualquier Arjona. Repito, respeto el trabajo de Arjona, pero de ahí a lo que expresó una eufórica y obnubilada “fan”, que fue entrevistada en uno de sus pasados conciertos en el país; histérica de entusiasmo ella se dejó decir: “¡Es el mejor poeta que existirá!”; ¡Por Dios!; entre esta expresión y la realidad, ¡hay un abismo de distancia! … tal pareciera que una vez más, se hace realidad aquella profética frase que solía sentenciar mi querida abuelita: “ en el mundo de los ciegos; ¡el tuerto es rey!.
*Poeta y músico