Con motivo de la celebración de la Anexión de Nicoya, tuvimos la oportunidad de celebrar la efeméride comiendo gallos, tarareando nuestra música y viendo a los grupos folclóricos bailar al son de la marimba. Bombas y gritos con el tradicional güipipía nos recordaron aquellos que son de la Patria por su voluntad… pero pasado el entusiasmo y la algarabía me di a la tarea de preguntar por el significado del “día feriado” a los más jóvenes que, si bien sabían qué se celebraba, no podían profundizar sobre la importancia que tuvo para nuestro país la incorporación de este territorio junto con su población, menos aún las circunstancias que hicieron posible este evento.
Ya había tenido otra experiencia poco alentadora un día que jugaba la Selección de Futbol contra México. Al momento de tocarse los himnos me puse de pie ante la sorpresa de un grupo de muchachos que nos acompañaban. Les indiqué que debían levantarse por respeto a sus símbolos patrios. Entre risas nerviosas y pena se pusieron de pie, más por vergüenza que por convencimiento. Una vez terminado el Himno de Costa Rica, se sentaron, por lo que tuve de nuevo que pedirles respeto por el Himno de México.
Conversando con uno de ellos, no encontraba sentido a lo que les había pedido, era “solo música” y ni siquiera estábamos en el Estadio, nadie nos veía… me pregunté, ¿será que el respeto y el amor a la Patria y sus símbolos ya no tienen cabida en la educación de las nuevas generaciones? ¿Será que no entienden el concepto de que para ser respetados hay que respetar?
Las clases de cívica prácticamente han desaparecido en escuelas y colegios y poco a poco la historia, las tradiciones, la cultura y quienes lucharon por hacer de esta una gran nación a través de sus instituciones patrias, van quedando desdibujados en la memoria y en el corazón de las nuevas generaciones, así como en el inconsciente colectivo de una población que hoy es presa fácil de quienes promocionan la post verdad.
Es cierto que se han cometido errores, pero también ha habido muchos aciertos que nos han permitido ser reconocidos como un país que ha sabido construir una de las democracias más sólidas de América; que se levanta orgullosa sobre tres pilares que dan sustento y forma a nuestro sistema de gobierno; que ha sabido proteger su medio ambiente siendo uno de los pocos que ha logrado revertir la deforestación de sus bosques. Costa Rica, como pocos países en América, ha promulgado una legislación social que lo mismo ha dado salud a su pueblo, que protección a los más desvalidos, que ha hecho posible la movilidad social y sentado las bases de la paz social que hemos disfrutado por muchas décadas.
Las nuevas generaciones tienen de qué sentirse orgullosas de su historia y si bien los adultos hemos cometido errores no es sembrando en ellos la indiferencia y el menosprecio por el pasado que vamos a formar mejores ciudadanos capaces de construir un mejor país.
Negarles a nuestros jóvenes el conocimiento sobre sus raíces, no enseñarles a guardar respeto y amor por su patria, sus instituciones republicanas y sus próceres es un error; negarles el derecho a informarse sobre la construcción de su patria, los principios que la sustentan y la cultura que nos une como nación es arrebatarles parte de su identidad y su sentido de pertenencia.
Somos el resultado de una fusión de culturas, con aciertos y yerros, con logros y caídas, que a lo largo de estos más de 200 años hemos sabido levantarnos respetando nuestros orígenes, tomando lo mejor del pasado para proyectarlo siempre al futuro con nuevas ideas, sueños, compromisos y experiencias para forjar, unidos y en armonía, una mejor patria para todos. Nuestros hijos tienen el derecho de retomar la antorcha y proyectar sus sueños, al igual que lo hicimos nosotros, pero para ello debemos darles las herramientas que nosotros recibimos de nuestros antepasados inculcando el orgullo de ser costarricense, trasmitiendo los valores que hicieron grande a esta nación.
Es necesario que escuelas y colegios retomen la formación cívica, que vuelvan a entonar el himno cada semana, que practiquen el saludo a la bandera, que aprendan a respetar a quienes les dieron patria y libertad y que estudien su historia, los sacrificios y los logros alcanzados, así como los errores cometidos para no repetirlos.
Pero seamos justos, esta no es una tarea solo de los educadores, esta es una obligación de nosotros los padres, pues es en el hogar donde nace y se inculca el amor a la patria, el respeto por nuestros símbolos y el compromiso sagrado de engrandecer la Patria.