Hemos expresado esta semana nuestra posición respecto al ranking de Costa Rica en el Índice de Desarrollo Ambiental (EPI, por sus siglas en inglés). Se registró un descenso del país del puesto 5 en el 2012 al 54 en el 2014. El total evaluado es de 178 países.
El EPI clasifica cómo los países se desempeñan en la ejecución de las políticas ambientales en dos áreas generales: la protección a la salud humana y la protección de los ecosistemas.
El EPI fue dado a conocer hace pocos días por el Centro de Derecho y Política Medioambiental de la Universidad de Yale en los Estados Unidos. Conjuga 20 indicadores y analiza las políticas públicas asociadas a estos indicadores. Se divide en 9 categorías, las cuales miden la salud del ambiente en términos de: impactos en la salud del ser humano, calidad del aire, saneamiento hídrico y acceso a agua potable. También considera la vitalidad de los ecosistemas en cuanto a: recurso hídrico, agricultura, bosques, pesca, biodiversidad y hábitat, clima y uso de la energía (especialmente la huella de carbono).
Costa Rica se sitúa arriba de países como Panamá (58), Cuba (64), México (65), Colombia (85) y China (118). En los primeros lugares del ranking se ubican países como Suiza (1), Alemania (6), España (7), Canadá (24) y Chile (29). En términos regionales, es notable que seamos el tercer país de América Latina y el Caribe, debajo de Chile y Ecuador. En términos de porcentaje de cambio en los últimos diez años, Costa Rica muestra avance positivo de un 2.67% el cual es, sin embargo, menor a otros países de la región.
Ahora bien, a la hora de analizar críticamente los resultados sería irresponsable no comprenderlos en su dimensión detallada e integral. Ni la biosfera ni el ambientalismo nacional son patrimonio de ningún partido político. En última instancia seremos todos y todas las costarricenses quienes tendremos que lidiar con las implicaciones de este descenso para los aspectos del desarrollo costarricense que dependen de nuestra reputación verde, por ejemplo, el turismo.
Este Índice muestra nuestros retos ambientales a futuro y nos apunta a la necesidad de tener una perspectiva más integral del ambiente que incluya también el ambientalismo social. No solo se trata de que Costa Rica puntúe bien en los indicadores enfocados en conservación de la biodiversidad y en la cantidad de áreas protegidas o cobertura forestal. Hay que partir de una visión más general de cómo se integran el ser humano y el ambiente más allá de esas áreas protegidas, en las zonas en que vivimos y producimos.
Conflictividad ambiental. Para las mediciones del 2014, el EPI incluyó nuevos indicadores en varias de las categorías como: procesamiento de aguas residuales, la regulación de los agroquímicos, las tendencias respecto a la huella de carbono, entre otros. Al incluirse nuevos indicadores en estas categorías, Costa Rica baja considerablemente su promedio.
Así, el nuevo EPI nos revela áreas que generan la conflictividad ambiental sobre la que nos ha advertido el Informe del Estado de la Nación y que ocupan políticas públicas e inversión a corto plazo para revertir las posibles tendencias e impactos en los próximos diez años: contaminación de cuencas como la del Grande de Tárcoles, los impactos de los monocultivos, las limitaciones de nuestro modelo energético e infraestructura de transporte, etc. Es un documento de referencia para los tomadores de decisión, de especial relevancia para el momento electoral que vive el país. Es un buen instrumento para reconocer el avance que hemos tenido en algunas áreas, pero comprender que hay retos pendientes que debemos superar para lograr una marca de país verde más integral.
Varios de estos indicadores son el resultado de casi medio siglo de falta de atención a la dimensión ambiental del desarrollo. De allí que la solución, a nivel de políticas públicas, debe ser demandada por la comunidad nacional en su totalidad y asumida por las dos opciones sobrevivientes hoy día en el proceso electoral para el Poder Ejecutivo.
*Director ejecutivo Fundación Neotrópica.