La ciudadanía con salud, educación y trabajo digno constituye el motor que debe impulsar a nuestra nave país con rumbo a buen puerto, al progreso. Sin embargo, desde hace 5 décadas estamos estancados en el subdesarrollo, debido a una economía estatista con un Estado obeso, caro y creador de privilegios, cuyos ingresos fiscales ya no alcanzan para sostener este irracional e injusto estado de desigualdad social, ni para pagar la enorme deuda y, aún menos para invertir en infraestructura, seguridad, mejora de los servicios de salud y educación, es decir, para progresar.
Nuestro país es como una nave que no ha podido avanzar por la enorme, pesada y costosa tripulación que lleva a bordo, algo similar a un transatlántico del primer mundo, pero con un sistema de propulsión agotado que intenta mover la embarcación. Comparar nuestra nave con una antigua galera y los esclavos remando al servicio de una tripulación de estirpe, no es, por desdicha, un desacierto.
A finales de los años 60 del siglo anterior, nuestro país tenía un nivel de desarrollo similar al de Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur, pero en la siguiente década de los 70 las malas decisiones políticas y económicas, las ocurrencias y la soberbia de nuestros gobernantes, nos llevaron a incursionar en la economía estatista, acaparadora e ineficiente que ha obstaculizado el desarrollo. Mientras a los 4 tigres asiáticos les tomó solo unas 3 décadas salir de la pobreza y ubicarse en el nivel de las naciones avanzadas, nosotros ya llevamos 5 décadas en el subdesarrollo.
Somos una democracia ejemplar sin conflictos bélicos ni sociales, sin ejército que consuma recursos fiscales, con un envidiable sistema de salud pública, un pueblo con un buen nivel de educación, pacífico y trabajador, un territorio con tanta belleza natural, etc. ¿Por qué Costa Rica no progresa, si tenemos todo lo necesario… hasta el nombre apropiado?
TIEMPO DE CAMBIO
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, afirmaba Albert Einstein. Para poder avanzar se requiere una reforma que nos saque del estatismo acaparador y nos lleve hacia un Estado eficiente con un aparato estatal pequeño, ágil, austero en el gasto, pero promotor de inversión en desarrollo, bienestar y progreso.
La venta del BCR, la Fanal, el INS, la apertura de monopolios, el pago de impuestos de las cooperativas, la eliminación de entes estatales innecesarios, la simplificación de trámites, etc. Esto no significa vender la patria – como podría decir algún diputado o diputada–, son decisiones justas y valientes en la reforma del Estado, necesarias para mejorar nuestra economía, disminuir la deuda y crear un clima propicio a la inversión nacional y externa.
La función del Estado no es crear instituciones o empresas para dar empleo bien remunerado, privilegios y pensiones de lujo a líderes políticos, diputados, alcaldes, magistrados, rectores, etc. La función del Estado no es ser empleador, sino un eficiente administrador de los recursos públicos para que brinde servicios esenciales al menor costo para la sociedad y, de esta manera poder destinar recursos sanos a la inversión en desarrollo. El estatismo no debe continuar, es clasista: muy bueno para muy pocos y muy malo para la gran mayoría, es decir, dañino para la democracia.
Los diputados deben tener transparencia, analizar con bases técnicas los beneficios que tendría la nación en toda propuesta de reforma, eso es lo esencial en un debate racional y sin mezquindad entre los congresistas.
Sería anti patriótico e inadmisible oponerse a los cambios que nos permiten avanzar, si para ello se utiliza un disfraz, una máscara que esconde el verdadero propósito de seguir con privilegios y abultados bolsillos en las instituciones públicas. Aún peor, hay congresistas que aplican la perversa estrategia de impedir que se alcancen acuerdos, sin importarles la cercanía del país al abismo, lo cual nos hace sospechar y recordar el conocido refrán: “a río revuelto, ganancia de pescadores”… y adiós a nuestra democracia con este tipo de pescadores.
Ahora que la gran mayoría de ciudadanos tiene conciencia de que sí es posible tener un gobierno identificado con todos los habitantes y sus justas necesidades de bienestar y progreso, el presidente Rodrigo Chaves no debe ceder en la lucha contra los grupos de privilegio estatales y externos con similares intereses. Los precios del arroz, los frijoles, el aceite, las medicinas, las tarifas profesionales, etc., deben ser asunto de sana competencia de mercado, el Estado no debe apoyar intereses privados en perjuicio de los habitantes.