En estos días, viví un conmovedor acto con la presentación de un libro de ensayos de connotados miembros de la Academia de Centroamérica publicado en mi honor. Es inmensa e imborrable la gratitud de mi familia y mía con la Academia, con sus Presidentes, saliente y entrante, con los autores, con las dos personas que en el acto se refirieron a mi vida desde el punto de vista de un coetáneo y de una integrante de una generación mucho menor, y con las demás personas que hicieron posible el libro y su presentación.
La Academia de Centroamérica en sus 52 años de fructífera existencia ha sido una abundante y profunda fuente de conocimientos aplicados y aplicables para el diseño de eficaces y eficientes políticas públicas. Por eso, además de reconocer y agradecer el libro, su contenido y la generosidad de su presentación, me permití en ese acto agregar un comentario respecto al ambiente en que hoy nos toca adoptar y ejecutar las políticas públicas convenientes para el día después de la pandemia.
Comparto ese comentario.
“Vivimos, me parece a mí, tiempos de desconfianza, de pérdida de fe en el conocimiento, de relativismo extremo que afecta hasta a los hechos. La voz de los conocedores y de las élites ha perdido audiencia. También se acrecientan un egoísmo insolidario y cambios culturales que afectan el arraigo de las personas en sus familias y comunidades. Las redes sociales y otros cambios fortalecen esas características muy nocivas para la cohesión social, la libertad, el estado de derecho, la toma de adecuadas decisiones políticas. La ineficiencia de las democracias frente a los problemas cotidianos de sus ciudadanos y la corrupción fortalecen esos rasgos sociales. Me preocupa algunas similitudes entre este clima y el que se desarrolló entre las dos guerras mundiales del siglo pasado.
Para evitar mayores daños deberíamos revertir estas características que nos afectan, que compartimos con muchas naciones de América y de Europa, y que en su esplendor se manifiestan en populismos de derecha y de izquierda.
No es tarea fácil. Sí es fácil perder la confianza en los demás y el aprecio por normas de convivencia que sostienen el estado de derecho y la democracia. Es fácil caer en el egoísmo. No lo es ser solidarios con los demás y reivindicar los deberes de la fraternidad y la amistad social. Es fácil tener excusas para no ocuparnos de las necesidades de otras personas y para rehuir la cooperación con las causas comunitarias.
Gran parte del esfuerzo para evitar seguir en un camino que nos puede llevar a encontrar graves males es un esfuerzo ciudadano. Es atender el llamado a ser mejores, amar al prójimo y asumir responsabilidad por los temas públicos. Gran parte es de políticos, gobernantes y partidos que, con seriedad, transparencia, uso del conocimiento y estricto cumplimiento con la ética y las normas jurídicas, deben dar respuesta al clamor de los votantes. Y otra buena parte del esfuerzo es no desmayar en generar el conocimiento aplicado, que nos permita evaluar con alto grado de objetividad las políticas públicas y dar información asequible a los ciudadanos y a los tomadores de decisiones para facilitar que se escojan las mejores.
Hoy en medio de la muerte, el dolor, el desempleo, la pobreza, la frustración y la ira, que nos causan viejos problemas que arrastramos y la terrible pandemia que sufrimos, no solo es necesario abandonar el camino que nos puede llevar al despeñadero, sino además acelerar el paso en el buen sendero que nos lleve a un Gran Reinicio en que con adecuadas políticas públicas logremos superar tan duras realidades.
En la tarea de facilitar la adopción de políticas públicas eficaces y eficientes, la Academia de Centroamérica ha venido cumpliendo un muy importante rol, gracias al esfuerzo de sus directores e investigadores. Estoy seguro que lo seguirá haciendo”.
Contamos y contaremos -no lo dudo- con información y conocimientos para escoger los mejores senderos para el bien común y personal.
Pido a Dios que la fraternidad, el amor a la dignidad y a la libertad de cada persona, el uso cuidadoso del conocimiento, el dominio de las pasiones y las ambiciones desordenadas y la consciencia de nuestras responsabilidades y limitaciones, guíen nuestras acciones ciudadanas, nuestras relaciones con los demás, los procesos electorales que ya vivimos y las actividades del gobierno, de los partidos, de los grupos de interés.