Sergio Araya Alvarado
Politólogo
El fútbol no justifica ninguna acción de violencia. Ganadores y perdedores hoy siguen su vida cotidiana.
La violencia no solo es física. Esa expresión es la más detestable, pero no la única. Es más bien el culmen de otras expresiones que comienzan en el aparentemente inocente choteo y escalan a la agresión verbal y sus distintos géneros: burla, descalificación, bullying, ofensa, insulto y calumnia.
Después continúan su espiral en otros ámbitos, como el patrimonial o el laboral. Todas ellas impactan de forma transversal la dimensión emocional de sus afectados.
Las manifestaciones violentas en el siglo XXI se magnifican por su difusión y viralización a través de las redes digitales. Lo digital es un eslabón virtuoso del desarrollo tecnológico de nuestro tiempo, sin embargo, ha sacado también lo más oscuro de la naturaleza humana: resentimiento, envidia, rencor, sadismo, egoísmo y odio, la antítesis del amor, desplegado bajo el anonimato en no pocas ocasiones o, aun con rúbrica incluida, respaldado por la distancia temporal y espacial entre el emisor de los mensajes violentos y sus receptores, directos e indirectos.
Lo observado en el Ricardo Saprissa el día 18 de diciembre o el pasado 27 en el Alejandro Morera Soto es el resultado de una conjunción de factores estructurales y coyunturales de una sociedad descompuesta donde la convivencia pacífica y la armonía, formal y discursivamente asumidas, se han venido abandonando poco a poco, al principio por algunas personas específicas, pero que con el paso del tiempo cada vez más incrementa la cantidad de los que se suman a esas renuncias de las normas sociales de respeto, tolerancia, así como de interacción fraterna y solidaria.
Gústenos o no, la realidad cruda de la sociedad costarricense al iniciar el año 2025 de este siglo dista mucho de la representación mítica construida en el siglo anterior. Nuestro “pura vida” paulatinamente muta hacia un “porta mí” y de ahí a un “sálvese quien pueda y como pueda”.
La solidaridad y la paz, real y simbólicamente reforzada en el imaginario social, van cediendo terreno al individualismo depredador y la violencia como forma de vida.
En definitiva, lo visto al amparo de una actividad recreativa de alto impacto en nuestra sociedad, como lo es el fútbol, y las reacciones de indiferencia, burla soez y rabia desaforada, asumidas por muchos, en especial en las tristemente mal empleadas redes digitales, devienen en lo cotidiano de la Costa Rica del primer cuarto del siglo XXI y por lo cual podríamos estar llegando a un punto sin retorno.
El desafío es inconmensurable y su abordaje altamente complejo. ¿Es la sociedad de hoy consciente de lo que está entre manos y que va más allá de lo que define un juego de fútbol?