En algunos pasajes de la Santa Biblia, se expone que quien no sabe gobernarse ni gobernar su casa, no sabrá gobernar a un pueblo. Y es que esto es un asunto que va para los políticos, pese a que muchos se crean que su vida personal no debe vincularse con la vida pública.
Sin embargo, el papa Pío XII con gran sabiduría en la Encíclica Ingruentium malorum del 15 de setiembre de 1951, dijo: “En vano, de hecho, se busca llevar remedio a las suertes vacilantes de la vida civil, si la sociedad doméstica principio y fundamento del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, nos afirmamos que la recitación del Santo Rosario en familia es el medio más eficaz (…) No dudamos, pues en afirmar de nuevo, públicamente que es grande la enseñanza colocada por nosotros en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestros tiempos”.
Explicado de una forma más simple, si los diputados, ministros, presidente de la República, entre otros funcionarios públicos, no tienen una buena vivencia espiritual o moral cristiana, nunca estarán asistidos por la gracia divina, ni tendrán la sabiduría para remediar los males de una nación. Por eso gobernantes como David, Salomón, Jeroboam, para citar algunos con una vida réproba, se vieron llenos de situaciones complicadas en sus funciones públicas.
Si ese tipo de temática, la aplicamos a nuestra realidad costarricense, ¿qué se puede esperar de personajes como José María Villalta, Johnny Araya, Otto Guevara o Guillermo Solís? Pues algunos se han divorciado o viven en concubinato (ahora mal llamado matrimonio civil). Entonces se reitera que, cosa distinta sería si los pueblos fuesen gobernados por personas con probidad en todo sentido.
*Ensayista de temas cotidianos.