El término “soft girl” está cobrando fuerza en redes sociales como TikTok e Instagram, donde miles de jóvenes adoptan este estilo de vida que prioriza la tranquilidad y la dependencia económica de sus parejas.
Las soft girls suelen relegar el trabajo a un segundo plano para dedicarse a actividades personales como cocinar, viajar y hacer ejercicio, mientras sus parejas asumen el rol de proveedores financieros.
Una de las figuras más representativas de esta tendencia es Vilma Larsson, una joven sueca de 25 años que dejó trabajos en supermercados y fábricas para ser una “novia que se queda en casa”.
Según dijo a medios internacionales, esta decisión la ha hecho más feliz y relajada.
“Mi vida es más tranquila. No estoy luchando ni estresada”, expresó en sus redes sociales, donde comparte su rutina bajo hashtags como #hemmaflickvän (novia que se queda en casa).
Además del estilo de vida, el fenómeno de las soft girls también incluye una estética marcada por tonos pastel, ropa inspirada en las décadas de los 90 y 2000, maquillajes naturales y peinados suaves.
Influencias como las muñecas Bratz o personajes de series como Euphoria y Wednesday han contribuido a popularizar esta imagen.
Sin embargo, esta tendencia no está exenta de controversia. Mientras algunos la ven como una forma de autocuidado y expresión individual, otros consideran que podría representar un retroceso en los avances hacia la independencia femenina.
La discusión gira en torno a si este estilo de vida desafía los estereotipos tradicionales o si perpetúa dinámicas de dependencia en las relaciones de pareja.
El auge de las soft girls refleja una búsqueda de autenticidad y una respuesta a las presiones sociales de proyectar fortaleza constante.
Pero, al mismo tiempo, plantea interrogantes sobre su impacto en la percepción de los roles de género en la sociedad actual.