Soy una mujer casada de 26 años. Hace dos años me casé, y mi vida sexual se volvió fea y aburrida. Mi esposo llega del trabajo, comemos, vemos televisión y nos vamos a dormir. Sin tan siquiera darme un beso, “se sube en mí” y en un dos por tres termina, luego como si nada se vuelve y se duerme, y eso fue todo, yo me quedo esperando algo más y cuando lo veo, está roncando. Yo ya no quiero tener relaciones.
– Este es un relato característico que mencionan muchas mujeres y detalla una situación muy común en nuestra cultura. Varones que hacen de la relación sexual un efímero acto mecánico, sin caricias, sin besos, sin abrazos, acompañadas de una penetración fugaz y una eyaculación más que rápida, situaciones todas que no permiten el deleite ni el gozo sexual femenino.
Como se entenderá estas mujeres con el tiempo comienzan a experimentar una baja considerable en el deseo sexual, y es ahí donde afloran aquellas ya clásicas excusas para no tener relaciones sexuales, como: “estoy cansada”, “me duele la cabeza” o hacerse la dormida cuando se acerca el momento del encuentro íntimo.
En estos casos la relación sexual se convierte en algo indeseable para ellas, y muchas veces el varón, en una muestra de ignorancia y egoísmo, no se da cuenta del origen del problema, sea porque cree que ella también disfruta o porque poco le importa si ella disfruta. Con el tiempo esta apatía sexual femenina, puede afectar otras facetas de la vida en común y hasta pone en peligro la estabilidad de la relación.
Por eso, la ciencia es clara en recomendarle a las parejas que siempre deben hablar sobre su intimidad, aun cuando estén bien, y desde luego cuando hay problemas. Aportar con comentarios y explicaciones, lo que espero de cada encuentro íntimo para que el deleite sea compartido.