El paquete fiscal que se discute en la Asamblea Legislativa y que ya tiene trámite rápido es como una papa caliente que se pasa de mano en mano y nadie se la quiere dejar. Todas las agrupaciones, gremios, sindicatos, y actores de la sociedad costarricense buscan alguna excusa para pedir exoneración y librarse de ser gravadas sus actividades.
Primero brincaron las municipales las cuales aducen que, de quitarles sus privilegios al no pagar impuestos, todo sería más caro y se disminuirían recursos para obras vecinales y proyectos comunales. Sin embargo, las noticias que nos brindan los medios de comunicación hablan del mal manejo de recursos en muchos ayuntamientos. Por ejemplo, esta semana un medio nacional denuncia pagos exorbitantes en taxis, dietas y pagos a familiares en la Municipalidad de Puntarenas. Aquí es donde nos preguntamos: ¿Será que las municipalidades no quieren ponerse en cintura y reducir los gastos innecesarios?
La propuesta de los sindicatos, para variar, protege las convenciones colectivas, las anualidades y no permiten ninguna negociación que les quite privilegios que no se dan en el sector privado, fomentando la desigualdad entre el funcionario público y el sector empresarial que tiene que ajustarse a las condiciones básicas, ya que los patronos no manejan presupuestos públicos como si lo hace el sector gubernamental, entonces aquí se da el viejo refrán, lo que no nos cuesta hagámoslo fiesta.
Los profesionales independientes anuncian aumentos a sus clientes, es decir, los servicios legales, medicinas, contables, etc… Se verán gravados por el IVA y adivinen ustedes amigos quién es el perjudicado al final, nosotros los usuarios ya que los profesionales no verán disminuidas sus utilidades.
El sector salud y educación serán sectores gravados con los nuevos impuestos, por lo que la clase media baja, dicho sea de paso aumenta cada día más, tendrán que evaluar si mandan a los niños a escuelas públicas o privadas. También si podían hacer un pequeño sacrificio para pagar exámenes, consultas y medicamentos privados, ahora entrarán a la larga lista de espera de los usuarios de la CCSS en Ebais, clínicas y hospitales.
El paquete fiscal tuvo la particularidad de darle la vía rápida a finales de la administración legislativa pasada, por lo cual muchos de los nuevos diputados piden nuevos debates y enfocan intereses a veces partidarios. Tal es el caso del Partido Restauración Nacional que apela a la conciencia de los legisladores para que las iglesias no sean gravadas con impuestos ni los alquileres que estas congregaciones pagan. Ni qué decir de algunas exoneraciones que piden a las transacciones de la bolsa de valores, esto a opinión de muchos, para favorecer parientes de funcionarios del ejecutivo que se dedican a esta práctica financiera.
Uno de los puntos medulares de esta reforma y el cual ha causado oposición por muchos, es gravar la canasta básica en un 2%. En una alicaída economía familiar, muchos que ganan hasta menos del salario mínimo no pueden escatimar en las necesidades básicas de llevar sustento a sus familias. Quienes defiende el gravamen, como el señor Presidente de la República, aducen que es para tener más controles de los productos y su comercialización que componen dicha canasta básica. ¡Ay Dios mío! Y qué me dicen amigos lectores del 4% que se quiere gravar a los medicamentos, que de por sí ya somos uno de los países más caros a nivel mundial. Imagínense ustedes un 4% más al costo exagerado que ya tienen. Simple y sencillamente aguantaremos dolores o bien lo que dije anteriormente, nos conformaremos con acetaminofén y crema de rosas que nos dan la CCSS.
Así las cosas, estamos como el grupo de amigos en un restaurante de comida rápida esperando que otros saquen la tarjeta para pagar. Lo más preocupante es que si ninguno paga, saldrá el gerente del establecimiento y llamará a la policía, lo que sería muy vergonzoso y poco elegante. Transferido a nuestro tema de impuesto, vendrán los dueños de la economía mundial, el Fondo Monetario Internacional, a señalarnos como país de alto riesgo, subirán los intereses y el caos se apoderará del país que tiene el déficit fiscal más alto de Centroamérica. ¿Adivinen cuál es?