Estamos a una semana de que arranque el nuevo curso lectivo de 2021, más de un millón de estudiantes reanudarán sus programas educativos todavía en medio de la pandemia, con nuevos protocolos y una normalidad que apenas se está comprendiendo socialmente.
Las primeras lecciones serán en escuelas y colegios privados, como es habitual. Se sabe que muchos de estos centros de estudio bajaron sus matrículas, pues en medio de esta crisis hay progenitores que ya no pueden enfrentar tales costos.
Otros miles de niños y jóvenes deberían de arrancar lecciones el 8 de febrero en las casas de enseñanza públicas. De acuerdo con el Ministerio de Educación Pública (MEP), será un curso bimodal, es decir, virtual unos días y otros presencial; aunque eso queda sujeto a la discreción de los encargados de los menores.
En Costa Rica existen más de 5 mil centros públicos, por tanto, pertenecientes al Estado, así como instituciones privadas y subvencionadas. Para 2020 había 140.988 menores matriculados en preescolar, en primaria 500.663, en secundaria 503.420, en educación especial 15.152 y en educación para el trabajo 40.957.
Durante este periodo que recién comienza se espera que todas las personas en edad de estudiar sean matriculadas y no abandonen el proceso, se sabe que a lo largo de la pandemia hubo quienes no pudieron hacer frente a los cambios tecnológicos, lo que les apartó de seguir aprendiendo.
Esta situación no puede repetirse, si algo evidenció la emergencia sanitaria es la desigualdad educativa, las carencias en las aulas tanto de materiales como de docentes, la lentitud del sistema, el modelo obsoleto de algunos educadores y expuso públicamente a un MEP maniatado.
Si bien nadie imaginó que esto fuera a ocurrir, por más de seis meses hubo una tremenda incertidumbre entre padres, alumnos y los mismos profesores sobre las formas de comunicarse, enseñar y evaluar, lo que al final desembocó no en el éxito anunciado por las autoridades, sino en la ausencia de respuestas ágiles y oportunas.
Lo peor, la inercia del Ministerio en muchas localidades pobres del país, en zonas rurales y urbanas, dejó manos arriba a miles de muchachos que deseaban seguir estudiando pero que no tenían conectividad. Nade dio un cinco por ellos, ni el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), que tanto alardea de su razón social, de su origen, de su nacionalismo.
No vimos a un Kölbi agresivo con un plan de responsabilidad social, ni a la Sutel, ni al Micitt encabezando un proyecto de rápida respuesta para conectar a lo más valioso que tienen este país, sus nuevas generaciones.
En vez de eso, salían en los medios de información los jerarcas del MEP a rendir cuentas sobre el curso lectivo y muchos docentes escribían a DIARIO EXTRA, pues ni siquiera los propios directores de sus centros de trabajo tenían comunicaciones oficiales. Dichos educadores adujeron que las evaluaciones eran inservibles y que jamás dejarían a los estudiantes perder el año por negligencia del propio sistema.
Muchos docentes tuvieron que poner de su dinero para pagar copias y hasta gasolina o pasajes para salir de sus viviendas en medio de la cuarentena a repartir materiales impresos a sus alumnos, pues el MEP nunca les contactó para ayudarles.
Hubo vecinos en zonas alejadas como el sur y norte del país donde 10 niños estudiaban con miles de obstáculos en un galerón con un solo celular y pagando internet prepago, haciendo rifas y costeando la recarga… eso es inhumano e inmoral cuando en el ICE los empleados que dicen trabajar con el alma y con la camiseta bien puesta se olvidan de la misión institucional: generar progreso.
También se supo de padres de familia que vendieron televisores y regatearon hasta ropa para poder comprar un “tuquito” inteligente para que sus niños estudiaran. Esto debe valorarse, pero jamás repetirse.
La Constitución Política dice claramente que la educación es gratuita y obligatoria y por ende el Estado debe procurar darla con dignidad ante todo a los miles de niños y niñas en el país. No se justifican escuelas y colegios con baterías sanitarias insalubres, sin servicio de agua potable, aulas en galerón sin techo, a la intemperie y expuestas a inclemencias del tiempo. El estudiantado, ante todo, debe respetarse.
Ojalá este 2021, con suficiente conocimiento de lo que será la vida al menos por los primeros meses del año, se hayan tomado las previsiones del caso y se tenga por convicción que ningún estudiante debe ser marginado por el sistema ni menos en medio de esta crisis sin precedentes.