En un recorrido que hizo DIARIO EXTRA por parte del cordón fronterizo en una trocha casi intransitable, aún para las patrullas de la Fuerza Pública, llegamos al puesto policial de Boca Sarapiquí.
La descripción de dicho puesto es \”deprimente\”, un tugurio, donde dos oficiales de la policía sarapiqueña pasan 6 días realizando sus labores en condiciones infrahumanas.
En una estructura de madera de dos pisos el peligro de un cortocircuito es latente, en cualquier momento causa un incendio; además, está llena de comején, el agua no es potable, cada vez que entran tienen que llevar recurso embotellado para consumo.
Se bañan con líquido de pozo que sale amarillo con un olor a herrumbre. El servicio sanitario está a un lado del edificio también de madera y láminas de zinc, mide tres metros cuadrados de largo por metro y medio de ancho, el tubo para asearse es una llave de paso.
Los uniformados, quienes por miedo a represalias no revelaron sus nombres, aseguraron sentirse abandonados a lo largo de muchos años por las autoridades que han visitado la zona prometiendo un nuevo edificio, sin embargo el tiempo pasa y todo sigue igual.
Una lancha para supuestamente patrullar por el río tiene varios años de estar en tierra sin uso.
Ahí dos oficiales velan de día y de noche, hasta que sean relevados, al cuido de la frontera, vigilan las lanchas que entran y salen a territorio costarricense, donde el flujo de indocumentados es frecuente y numeroso.
No solo está en pésimo estado la caseta policial de Boca Sarapiquí, sino en Delta Costa Rica, donde han llegado presidentes de la República y ministros de Seguridad pero nadie ha hecho nada por concretar las condiciones mínimas para trabajar.