Cuando hablamos de un “colapso presidencial” apuntamos no solo a la pérdida de visión-misión, valores orientadores, imagen pública y capacidad para gobernar de la presidente Chinchilla y su gabinete, sino principalmente a la caída en picada del régimen político-institucional, al cual se aferran a en su afán por sostenerse en el poder de aquí a mayo de 2014.
Lo anterior permite aseverar que, visto en panorámica, el proceso de elección del directorio Legislativo y la rendición de cuentas de la presidente este 1 de mayo, dejó igual de enclenques a los dos poderes, tanto al Legislativo (cuyo prestigio y praxis política no levanta cabeza desde largo tiempo atrás) como, sobre todo, al Ejecutivo (notorios déficits de autoridad, eficacia y legitimidad); no obstante decirse que impuso la papeleta triunfadora. Al cabo y en el fondo, se impuso la ruina en que transcurre el sistema político-institucional en que se asientan ambos poderes: el Presidencialismo.
Y no podía ser de otro modo. Porque, como dicen en Medio Oriente, “el pez siempre comienza a pudrirse y muere por la cabeza”.
Ahora bien, en la superficie de los hechos del 1 de mayo pudo observarse bien cómo la parte procedimental y de protocolo ceremonial fue correcta y transcurrió calmadamente al interior del recinto parlamentario. Fue, además, hasta predecible en su pírrico resultado: una retoma del poder por parte del PLN como mayor minoría parlamentaria (24 diputados en un total de 57).
Es cierto, además, que hubo una dosis de incertidumbre por tejemanejes del partido oficial en su desesperado afán por conquistar la cúpula legislativa. Mas eso acabó cuando su bancada logró un consenso para proponer su propio candidato a la presidencia del directorio (aparentemente bajo coacciones de Zapote) y pudo terminar de “amarrar” la cuota de votos ganadores entre diputados de oposición, mayormente de partidos satélites o dóciles “turecas” (PASE y partidos evangélicos).
Al final, el costo del triunfo verdiblanco fue alto, pero más lo fue el del desgaste y las disfunciones que mostró de paso el PLN como regente temporal del sistema presidencial. Las mayores, más visibles y nada casuales tachas fueron: 1) Divisionismo a ultranza (partición en cuatro tendencias: arayistas, aristas, chinchillistas, figueristas); 2) Completo vacío ideológico y programático (resultante de graves caídas en extremos de clientelismo y cooptación, más faltas acostumbradas de ética, particularmente opacidad y corrupción entre bambalinas); 4) Creciente pérdida de control interno (ingobernabilidad “hacia adentro”) y de liderazgo legítimo, con impericia para dirigir el sistema político y el país (ingobernabilidad “hacia afuera”). O sea, los peores vicios y fallos para cualquier partido que desee gobernar con eficacia y coherencia bajo un Presidencialismo como el nuestro. Resultado final bajo superficie: renovados visos de declive de ese régimen.
A pesar de todo eso, el PLN pudo manejar a su favor la “Ley del Imperativo Territorial” que reza así: “Un animal (político, en este caso) decidido a dominar su predio, debe impedir por cualquier medio que un animal retador pueda expulsarlo de allí, lo cual exigiría que este último adquiera al menos el doble de la fuerza (capacidad de poder) de su rival”. Sin embargo, no todo pinta color de rosa más allá de Cuesta de Moras. ¿Qué se quiere decir con esto?
Ante todo, que las ingentes dificultades del PLN para gobernar, tanto a nivel de su fracción parlamentaria como de gestión de Chinchilla, deben entenderse como efectos de causas enraizadas en la evolución reciente del Presidencialismo a la tica, que le hicieron perder capacidad de dirección, innovación y reproducción como sistema.
Así, la presidente y la cúpula de Zapote en general, han sido aporreadas por un cúmulo de situaciones adversas, achacables a ese régimen constitucional. Entre otras, un corto período administrativo (4 años, el primero de los cuales deja definido el presupuesto del gobierno anterior, y el último resulta torpedeado por la campaña electoral del que viene, lo cual reduce la capacidad de maniobra del Ejecutivo a dos o menos años); un realineamiento crítico de apoyos políticos con miras al período 2014-18 (negativo para quien esté en Zapote, ya que poco o nada le queda ya para ofrecer en 2013, pero positivo para un candidato del PLN poseedor de mejores cartas a futuro; y, finalmente, un clima adverso en el país para la reproducción del “ciclo electoral” (uso abierto y masivo de recursos del erario para apoyar la campaña del partido oficialista); algo que viene a restar aún más recursos de poder al Ejecutivo de aquí a mayo entrante, al par que grupos fácticos de poder y presión asociados al gran capital se inclinan más por cortejar y apoyar al candidato del PLN que a la presidente.
En síntesis: los malos rendimientos e imagen presidenciales de Chinchilla y su administración podrían acarrear efectos nocivos para el PLN y su candidato en este año electoral, todo ello en medio de magnas dificultades para negociar o imponer decisiones presidenciales en el parlamento y entre actores verdiblancos (como lo vimos este 1 de mayo). Y como si fuera poco, se añade una debilitante deserción en Zapote y Cuesta de Moras de jerarcas y diputados del PLN, quienes buscan mejores horizontes alrededor del candidato Johnny Araya y lejos de Chinchilla. Estamos, en total, ante fallas imputables no solamente a personas o actores, sino mayormente a colapsadas estructuras y formas de operar del Presidencialismo tico.
*Sociólogo.