A más de un año para las elecciones nacionales, el panorama político comienza a tomar forma. Los motores de la precampaña ya calientan en los partidos más tradicionales, Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana, donde varias figuras han mostrado interés en alcanzar la candidatura presidencial.
Además la fecha límite del 31 de enero marcará si algunos ministros deciden dar un paso al frente para contender en los próximos comicios. Este proceso, aunque apenas está en su etapa inicial, será crucial para definir la dinámica política que viviremos en los próximos meses.
Sin embargo, mientras los partidos comienzan a afinar sus estrategias y los posibles candidatos se posicionan, es indispensable reflexionar sobre el tipo de campaña que queremos presenciar como sociedad.
En un país que se precia de su democracia plena no podemos permitir que el proceso electoral se reduzca a una pugna de ataques, acusaciones y populismo vacío. La ciudadanía merece una campaña de altura, donde las propuestas reales, las soluciones concretas y un debate constructivo sean los protagonistas.
El contexto nacional exige responsabilidad y seriedad. No podemos darnos el lujo de caer en la inestabilidad política, ni mucho menos en un espectáculo que erosione aún más la confianza en nuestras instituciones.
La política, lejos de ser un simple juego de intereses, es un pilar fundamental para el desarrollo económico, social y democrático. Cualquier discurso o acción que genere incertidumbre o desconfianza afectará directamente no solo las inversiones internacionales, sino también el tejido productivo local.
Por ello hacemos un llamado a los actores políticos a centrar sus esfuerzos en propuestas que verdaderamente respondan a las necesidades del país. Costa Rica enfrenta desafíos significativos, desde mejorar su competitividad hasta fortalecer áreas clave como la educación, la infraestructura, la seguridad y el combate a la pobreza.
Estos temas deben ser el eje del debate electoral, no los dimes y diretes que tantas veces han empañado nuestras campañas.
Asimismo, es fundamental que permitamos al Gobierno seguir trabajando y cumpliendo su función hasta el final de su mandato.
La transición política no debe convertirse en un obstáculo para la gestión pública, sino en una oportunidad para construir, de manera ordenada, un futuro más prometedor.
El reto no es menor, pero la responsabilidad recae tanto en los aspirantes como en la ciudadanía. Por un lado, los políticos deben demostrar su compromiso con una democracia robusta, apostando por el diálogo y el respeto. Por el otro, nosotros, como votantes, debemos exigir altura en la discusión y rechazar los discursos vacíos que solo buscan dividir.
Aún queda mucho por hacer para fortalecer la confianza en nuestra democracia y en nuestras instituciones. Que la próxima campaña sea una muestra del verdadero potencial de nuestra política: un espacio de soluciones, innovación y esperanza para todos los costarricenses.