“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Núm. 6,22-27). Con esta hermosa bendición que nos regala la Palabra de Dios, les saludo al comienzo de un nuevo año, deseando de todo corazón, la alegría y la paz de Dios para todos ustedes y su familia, para nuestras comunidades parroquiales, nuestra querida Arquidiócesis de San José y para nuestro país.
Iniciamos el año 2023, y con él una oportunidad especial para renovarnos, elaborando proyectos de vida que nos ayuden a alcanzar las más altas aspiraciones y que den respuesta a los desafíos de la sociedad y de la Iglesia de nuestro tiempo, cuánto más al constatar la necesidad de paz y de solidaridad, en nuestro pueblo. Todo es posible si nos abrimos a Dios, fuente de toda transformación.
Como católicos, lo hacemos, además, tomados de la mano de Santa María, nuestra madre y Madre de Dios, que no se cansa de proclamar la grandeza de aquel cuyo nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación (Cf. Lc 1, 46-55). Nos ponemos en marcha pues, en este nuevo trayecto de nuestra historia contemplándola con su hijo en brazos, como un estímulo y una bendición para el año que comienza.
Si preguntara a cada uno de ustedes qué espera para este año, estoy seguro que, la inmensa mayoría respondería: ¡quiero ser feliz! Yo también espero lo mismo, convencido de que este es el plan de Dios para sus hijos, pues “Dios ha creado al hombre para hacerle partícipe de su felicidad. El bien es difusivo; y Dios, que es la felicidad absoluta y perfecta, ha creado al hombre sólo para sí mismo, es decir, para la felicidad. Una felicidad gozada va en parte durante el período de la vida terrena, y luego totalmente en el más allá, en el Paraíso.” (Juan Pablo II, 2 de septiembre de 1979).
El camino de la felicidad comienza contra corriente: es necesario pasar del egoísmo a pensar en los demás. Estar tristes, decían los padres del desierto, es casi siempre pensar en sí mismos. La vida adquiere sentido cuando se busca el bienestar del prójimo, deseando la felicidad de los demás.
Queridos hermanos: Todos queremos ser felices, pero, como subraya el papa Francisco: “La felicidad no es algo que se compra en el supermercado, la felicidad viene solo de amar y dejarse amar”. (Peregrinación Macerata-Loreto, 9 de junio de 2018). Lo que es efímero no da felicidad, solo el amor satisface la sed del infinito que hay en nosotros. Reitero mi deseo que la paz y la esperanza en Cristo el Señor, reine en cada corazón, que nos permita vencer las dificultades, sufrimientos y pruebas. ¡Muy Feliz Año Nuevo!