Hace ya varias decenas de años, conversando con un corresponsal del diario Le Monde, le hice notar la ausencia -durante los años de la guerra centroamericana- de noticias sobre Costa Rica en Europa. Él me respondió con el dicho: “On ne parle pas des trains qui arrivent a l’heure” (“no se habla de los trenes que llegan a tiempo”). En medio de la emergencia del COVID-19, repletos de “fake news” y de noticias dramáticas, creo que hay que referirse al caso de Costa Rica.
Costa Rica tuvo su primer caso de coronavirus el 6 de marzo de 2020, y la curva de crecimiento de la epidemia ha ido aplanándose más y más. El Gobierno ha impuesto medidas, no tan drásticas como el confinamiento absoluto, sin embargo, nuestra economía saldrá muy, muy maltrecha de esta crisis.
¿Pero qué nos ha enseñado esta epidemia a los latinoamericanos? Nos ha enseñado, con el ejemplo de Costa Rica, que la inversión en educación es la más importante que puede hacer un país: el costarricense, desordenado, acostumbrado a hacer lo que quiere, porque no conoce disciplina militar, entiende instrucciones, entonces, a diferencia de otros países donde el ejército ha sido lanzado a la calle para cuidar que la gente respete la distancia social, así como los horarios y restricciones, los costarricenses básicamente lo hacen. Esa inversión en educación llevó al país a tener un Instituto Clorito Picado, ya listo para fabricar un suero autoinmune con el plasma de los pacientes que han sanado para tratar a los infectados. Son las universidades públicas las que en una semana diseñaron y probaron un prototipo de respirador que vamos ya a fabricar nosotros mismos. En la infraestructura para la educación básica, están los comedores escolares, hoy cerrados por la epidemia, pero distribuyendo alimentos a los niños que usualmente almorzaban en esas escuelas.
La otra enseñanza es la inversión en salud: Costa Rica arranca esta epidemia con aproximadamente 600 respiradores (una búsqueda rápida en internet dice que sus vecinos, todos con mucha más población, arrancaron, Nicaragua con 100, Guatemala con 60 y Honduras con 100). A dos semanas de iniciada la crisis ya Costa Rica tiene 800. Para el 3 de abril Costa Rica tenía solamente 23 personas hospitalizadas (13 en UCI), pero se está preparando. En estas dos semanas construyó un hospital con capacidad de 88 nuevas camas para en cuidados intensivos. El tiempo ganado a la epidemia le ha permitido al país, prepararse todavía mejor.
¿Por qué Costa Rica es tan diferente? Una simple razón: porque un 1 de diciembre de 1948 el general victorioso de la última revolución decidió abolir el ejército y, desde entonces, este pequeño país destina el presupuesto militar a la educación.
El tren llega a tiempo. Desde hace 71 años Costa Rica se está preparando para combatir los peores enemigos de un pueblo: el hambre, la ignorancia y la enfermedad. A esos enemigos no se les gana con balas ni misiles.