Por años hemos venido escuchando a políticos de diferentes partidos ofrecer que van a presentar proyectos para bajar el precio de los medicamentos, pero muchos ni tan siquiera han avanzado en comisión.
Sin embargo, ahora se metieron en el tema los miembros del Colegio de Farmacéuticos en conjunto con personeros del Ministerio de Economía, Industria y Comercio. Quizá ahora se presente algo más aterrizado, pero sobre todo más realizable.
Según las afirmaciones de los nuevos implicados, el asunto es más complejo que ofrecer bajar el precio y ya, pues se deben analizar varios factores que rodean este tema para que pueda avanzar. Para esto también es necesario incluir elementos como el registro de los fármacos y la calidad de estos.
El XXX es que, por ejemplo, nadie toma en cuenta lo que cuesta crear un medicamento y mucho menos inscribirlo. Sabemos que existen personas que deben comprarlos de vez en cuando, pero muchas otras cada mes deben hacer una inversión muy grande para mantener su salud o al menos sentirse un poco mejor.
La idea no es que las medicinas cuesten menos y que estas sean de menor calidad, tampoco que la gente dure más en curarse o que deba gastar más para obtener el resultado que desea, sino buscar un equilibrio.
La situación de muchas familias hace que vean sus enfermedades como sentencias de muerte porque invertir en los fármacos muchas veces se les imposibilita.
Precisamente por esta situación buscan darles prisa a los proyectos de ley para controlar el precio de los medicamentos, pero muchas veces es mejor ir despacio y con buena letra, no en carrera y corriendo el riesgo de que salga mal.
Seamos realistas, por lo general muchas farmacias pueden llegar a tener ganancias de hasta un 200% y un 300% a costa de los clientes.
En definitiva, cuando una persona o un grupo inicia una empresa lo hace con el fin de lucrar, de ganar dinero, ya sea para vivir cómodamente o para generar más recursos, expandir el negocio o abrir otros relacionados.
Se entiende que quienes fabrican las medicinas y quienes las venden deben obtener un porcentaje de ganancia, lo que no está bien es que traten de desangrar con precios elevadísimos a quienes se ven obligados a comprarlas, lo cual a todas luces resulta injusto.
Si las diferencias fueran de ¢20 o ¢100 no habría problema, pero en muchos casos hablamos de miles de colones. Parece mentira, pero en especial esto sucede con los medicamentos para niños y adultos mayores, las poblaciones más vulnerables.
De hecho, los costarricenses estamos pagando hasta 10 veces más que en los países desarrollados, o sea, nos vieron cara de ricos para venir a sacarnos la plata de la bolsa con semejante descaro.
Es inconcebible que de una farmacia a otra las diferencias sean abismales. Cuando vemos esto nos preguntamos por qué unos negocios tienen precios más accesibles si se trata del mismo producto.
Entonces llegamos a una conclusión: muchos vieron cómo hacerse millonarios a costa de la salud del pueblo.
Sucede lo mismo con algunos médicos que tienen costos de consulta exorbitantes, cuando en realidad hacen lo mismo que aquellos que cobran menos.
Basta con comprar una caja de acetaminofén en un supermercado para enterarse que en algunas farmacias tiene un sobreprecio de hasta ¢2.000, no porque traiga más, pues se trata de la misma presentación, con igual cantidad de tabletas.
Al final ¿cuánta ganancia obtienen quienes cobran de más por los fármacos que las personas no pueden dejar de comprar?
Es injusto que se ensañen de esa manera con el consumidor porque quienes acuden a una farmacia lo hacen para liberar los servicios de salud, no para que los garroteen al descaro.