“Quizá en algún momento no sabía lo que quería, pero sí qué tenía habilidad en las manos y ese don que Dios me dio fue por algo y fue así cómo decidí dedicarme al arte… la pintura es mi pasión de toda la vida”.
Así de importante y trascendental fue la decisión que tomó Marcela Vázquez González hace algunos años. Recuerda cómo entre las aulas de la Escuela Pilar Jiménez y el Colegio Madre del Divino Pastor, en Goicoechea, cantón josefino donde nació y vive, empezó a notar su habilidad por las manualidades.
Con nostalgia recordó la petición de sus hermanas, mientras estudiaban en la escuela: “Ellas me decían \’hágame tal o cual dibujo que tengo que llevar una tarea\’ y fue así cómo empecé a estudiar, incluso era buena en la costura y mi mamá me decía \’usted se va a dedicar a coser y crear moda\’”.
Junto a la inquietud de hacer del arte su forma de vida, estudió y se graduó como diseñadora en el Colegio Técnico Profesional de Calle Blancos, luego recibió lecciones en la Casa del Artista y perfeccionó su técnica gracias a la ayuda y orientación de destacados pintores del país.
“Con la ayuda de Dios y de muchos que me enseñaron logro darle un acabado al acrílico como si fuera óleo, disfumar los fondos ha sido un reto. Pero en mis inicios lo hice utilizando tempera, tinta china y acuarela”, recordó.
LECCIONES DE ARTE
El paisaje, bodegones, aves y la figura humana caracterizan la obra de la artista, quien con su experiencia y conocimiento en la mente, pero también en el corazón, hoy enseña a otros sobre la magia, color y hasta el sentimiento que encierran el pincel, lienzo y pintura.
“Cuando llega la mayoría de las personas está bloqueada, incluso dice que no son buenas para el dibujo, para interpretar. Pero lo importante es que se convenzan que cometiendo errores se aprende y así ya con un poco más de confianza salen adelante”, nos contó desde el taller que tiene en su casa de Goicoechea.
Al igual que ella y bajo el nombre artístico “Marcela Arte”, cada día abre la puerta de taller, el cual no solo es el centro de aprendizaje y encuentro con otros, sino también el refugio y la solidaridad, que en medio del irse enamorando por la pintura, encuentran una palabra de aliento en medio de alguna dificultad vivida.
“Aquí compartimos también nuestra vida, encontramos paz y muchas soluciones a los problemas que enfrentamos cada día. Pintar es algo más que una terapia, es vivir y darles color a los retos y hasta los sueños”, concluyó.
Es así cómo entre el don, la creatividad, Vázquez González seguirá pintando con la pasión siempre inspirada por Dios, su talento y sus dos grandes amores: su hija Paula y su esposo Ricardo Gutiérrez.