Una reciente encuesta de Amcham y Deloitte muestra que el 40% de los costarricenses creen que el panorama nacional empeorará en el corto plazo y que el 79% considera que vamos por muy mal camino. ¿Y cómo no creerlo si la realidad nos lo está demostrando de forma pasmosa?
Nuestro país definitivamente está mal y no se avizoran vientos de cambio. En el panorama político, no se ve una oposición articulada capaz de evitar un tercer mandato de Liberación Nacional y, aunque lograran ganar en las próximas elecciones, no existe confianza en que, una vez en el poder, posibiliten los cambios necesarios para salir del bache en que estamos.
El tema de más impuestos se erige como la principal amenaza para nuestra economía en los próximos años. Quienes creen que se necesita meter más la mano en el bolsillo a los ciudadanos y defienden la llave abierta del gasto sin ningún control, insisten en que una “reforma” tributaria es urgente y están cerrando filas y fortaleciendo sus fuerzas. Quienes nos oponemos a más expoliación y a más Estado, somos pocos y cada vez contamos con menos espacios.
La corrupción continúa avanzando rápida e impunemente. Día tras día nos enteramos de un acto más, un despilfarro más, un “error de cálculo” más, una “equivocación” más, que minan la confianza de los costarricenses. Y nuestro sistema político-jurídico es incapaz de prevenir y castigar a los responsables.
Nuestra economía sigue en declive. Restricciones y regulaciones absurdas, avalanchas de trámites, permisos y licencias, creatividades burocráticas que siguen obstaculizando la inversión y el emprendedurismo, la innovación y la competitividad, la generación de empleos y la creación de riqueza.
El costo de la vida va por las nubes, alcanzando niveles exorbitantes muy alejados de las estadísticas oficiales. Combustible, energía, agua, créditos, bienes y servicios se encarecen todos los días, en buena parte, por los errores y sandeces cometidos por este y anteriores Gobiernos, que no tienen la visión para proponer medidas sensatas.
Tenemos un sistema colapsado en prácticamente todas sus áreas y una capacidad evolutiva casi nula. Dentro de los horizontes culturales de la gran mayoría de costarricenses y, por supuesto, de sus representantes políticos, no se vislumbran posibilidades de cambios importantes; por el contrario, se privilegia el statu quo, la falsa seguridad de que las cosas deben seguir como están, matizadas si acaso por modificaciones cosméticas, por el típico “nadadito de perro” que nos caracteriza.
Si no entendemos que más Estado, más gasto, más impuestos, más intervención, más regulaciones, más restricciones, más permisos, más licencias, más reglamentos y más burocracia son las causas de nuestra mala situación, las perspectivas no serán nada halagüeñas para el futuro. Depende de nosotros los ciudadanos gestar los cambios necesarios.
*Vicepresidente ANFE