Muchos hemos escuchado la frase “Papá no es el que engendra sino el que cría”. Pues esa expresión se relaciona a la etapa de la vida del niño cuando aparece una persona extraña, es decir un padrastro, el hombre que va a convivir con su mamá.
Ser aceptado por el niño no es un proceso fácil, por el contrario, resulta bastante lento porque el menor no se gana, se construye, pues no es un objeto.
“A los chicos no se les puede obligar a amar porque ese sentimiento está en el corazón de cada ser humano, conforme pasan los días y se les demuestre con hechos lo mucho que los ama hay ganancia.
Los seremos humanos somos como las plantas, nos encanta que nos cultiven, ojalá todos los días, nos fascina que nos chineen”, explicó Gabriela Espinoza Cruz, psicóloga de la Clínica Bíblica.
En el momento que un hombre asume el rol de padrastro debe tener los pies muy bien puestos sobre la tierra para que no actúe con gestos ni acciones o palabras grotescas al escuchar frases del chico como “No te quiero”, “Hoy no voy a hablar con usted”, “Usted no es mi padre”.
El hombre que vive con su madre debe respirar hondo y mantener la paz espiritual. Lo correcto es decirle al niño “Yo sí te amo” y “Yo sí te quiero”. Invítelo a jugar, pero el juego que él elija; dele confianza, diviértanse en el barro bajo la lluvia, demuéstrele que no está enojado.
“Un paso enorme es ganarse el respeto del hijastro. Cuando se entere de que el hombre que llegó a su casa tiene interés por lo que hace, por ejemplo está presente físicamente en los actos cívicos, en los eventos culturales y en los partidos de fútbol, llegará el momento de escucharlo decir \’papi\’”, agregó la especialista.
Al establecerse un lazo muy estrecho en ese triángulo entre madre, hijo y padrastro, el hombre podrá poner normas de respeto en el hogar para que reinen el amor, la paz y la tranquilidad.
AMORES DIFERENTES
Para nadie es un secreto que hay mucha diferencia al amar. El amor por mi abuelo, mi padre, mi madre, mis hermanos y mi padrastro son diferentes, por ejemplo.
El amor al abuelo: le tenemos tanto cariño porque es chineador, alcahuete, nos protege, en algunas ocasiones viene a asumir el papel del padre biológico, también llegamos a decirle “papi”.
El amor al padre biológico: lo queremos mucho porque es parte de nuestra propia sangre, hay un vínculo que nos une y nadie nos puede separar de ese cariño tan grande, el que estuvo a nuestro lado cuando nacimos y nunca nos abandonó.
El amor al padrastro: es un sentimiento totalmente diferente. Ese hombre representa la figura del padre biológico, un hombre que siempre ha estado en las alegrías y las tristezas, en los triunfos y fracasos, en la enfermedad y el bienestar, una persona honesta con mamá y su hijastro.
“Cuando mi papá no es mi papá, pero aun así es mi papá, el amor nace, crece y se construye”, añadió Espinoza.