El tema de cómo se financian los partidos políticos en el mundo democrático es siempre la pregunta del millón para el electorado; hablamos de aquel dinero que va más allá de la contribución del Estado, de la deuda política.
En Costa Rica ese cuestionamiento no es ajeno, los votantes tienen grandes dudas sobre todos los recursos que usan las agrupaciones políticas y los candidatos en lo personal para llevar adelante las costosas campañas de cara a una elección presidencial.
Es normal pensar sobre el asunto cuando en unos cuantos meses volveremos a escoger Presidente de la República y diputados, luego de una Administración que parece no estar dando los mejores rendimientos.
Los ciudadanos han dejado ver su malestar con el Gobierno actual, pero además con todos los políticos y la política en general, defraudados de malas administraciones tanto a nivel nacional como local.
No es para menos, pero ese descontento lleva a otros puntos que vulneran el sistema, la tradición democrática real, el entusiasmo y la participación ciudadana en actos políticos se ha convertido en apatía, desinterés y con ello en abstencionismo, lo más dañino cuando se trata de elegir a los representantes del pueblo.
Precisamente sobre este tema hay un apartado en el vigésimo séptimo Informe del Estado de la Nación, el cual, entre sus hallazgos más importantes subraya que los partidos políticos están bajo amenaza por dinero ilegal.
Y es que seamos realistas, si algunos políticos no recibieran estos dineros que vienen de sitios dudosos no tendrían posibilidad de hacer campaña, porque los bancos y otras entidades financieras no se arriesgan a prestarles ni un peso porque no tienen la seguridad de que vayan a sacar siquiera un diputado.
Si se consideran las últimas tres elecciones, los préstamos representan el 53% de todo el dinero administrado por los partidos, es decir, ¢5 de cada ¢10, en tanto que los ingresos propios reflejan una tercera parte, mientras que las donaciones alcanzan un 13%.
Y muchos pensarán que a esto están expuestos todos los países, sin embargo, no podemos tapar el sol con un dedo y ese modo de pensar no nos resuelve nada. Debemos poner atención, en nuestro país ha entrado el narcotráfico de manera descomunal y las organizaciones buscan cómo limpiar su dinero valiéndose de los métodos menos pensados.
Además, no podemos obviar que, si tomamos en cuenta lo que ha sucedido en los últimos meses donde se ha dado a conocer que muchos de los partidos han recibido dinero de empresas o personas a las cuales luego deben pagarles esos favores, entonces los hallazgos del Estado de la Nación no están alejados de la realidad.
Y acá surge un gran cuestionamiento: ¿quiénes y con qué intención invertirían su dinero en partidos políticos y candidatos? Las respuestas podrán ser múltiples, pero no sencillas, pues, en un momento cuando el país sufre uno de los enfriamientos políticos más grandes de las últimas décadas, encontrar quién quiera dar los cincos por amor es realmente difícil, o al menos así se piensa.
Hay un punto que debería estudiarse para que este tipo de situaciones no se sigan presentando y es que los partidos puedan acceder al dinero del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de manera equitativa, así no deberían de estar recibiendo donaciones que provengan de destinos extraños, ni se sentirían comprometidos luego a pagar favores.
Además, les daría las mismas posibilidades a todos los partidos, eso sí, que deban presentar facturas donde se logre comprobar que los dineros que se usaron fueron para cosas reales y tangibles.
Ojalá que quienes donen su dinero a las agrupaciones, precandidatos y candidatos para las elecciones 2022 lo hagan con el único objetivo de beneficiar al país, al proceso democrático y a la verdadera política, y no que tras esos aportes haya intereses personales, corporativos o de otra índole.
Y aunque tal comentario podría catalogarse como de “cajita blanca”, lo cierto es que muchos desean poner el billete para luego cobrar el favor, pero ojalá sean los menos.
También sería importante que tomen en cuenta lo sucedido con los casos Cochinilla, Azteca y Diamante, donde queda demostrado aquello de que el diablo tapa 1.000 años y Dios destapa en un día.