Todavía prevalece en nuestra sociedad, muy a nuestro pesar, “una mentalidad que pone en primer término la utilidad inmediata y la productividad del hombre. A causa de esta actitud, la llamada tercera o cuarta edad es frecuentemente infravalorada, y los ancianos mismos se sienten inducidos a preguntarse si su existencia es todavía útil” (Juan Pablo II, Carta a los ancianos, 1999, n.9).
La discriminación basada en la edad se ha hecho común, lo que resulta muchas veces en la disminución de la autoestima en esta población adulta mayor, en su marginación económica y social.
Es fundamental reconocer la importancia de los adultos mayores en nuestras familias y en la sociedad. Por lo general, todos tenemos un familiar adulto mayor y su papel es invaluable. Ellos son los guardianes del legado histórico, portadores de un pasado que han vivido y asumido con sabiduría. Su conocimiento y experiencia representan una fuente inagotable de información y aprendizaje para las nuevas generaciones.
El conocimiento de los adultos mayores tiene el poder de evitar la recurrencia en errores históricos, abriendo la puerta a nuevas formas de enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Ellos pueden dar perspectivas valiosas y soluciones a los problemas que enfrenta la sociedad actual.
Como Iglesia, estamos llamados a poner todo nuestro esfuerzo para que la sociedad reconozca la dignidad inherente de cada ser humano, independientemente de su edad y que, de modo especial, se valore y respete a las personas mayores como seres humanos, con derechos y contribuciones significativas a la familia y a la sociedad.
El papa Francisco insta a las nuevas generaciones a escuchar las historias y las experiencias de los adultos mayores, para que adquieran sabiduría de sus vivencias y compartan con ellos la alegría de la vida (Papa Francisco, III Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, 23 julio 2023).
La comunicación y amistad con una persona mayor, les enseña a los jóvenes a apreciar la importancia de la historia. Así, se trata de aprender de las lecciones del pasado para construir un futuro significativo, pues los adultos mayores tienen un papel crucial como transmisores de la memoria colectiva y como guías para las generaciones futuras. Su experiencia y sabiduría son tesoros que enriquecen a la sociedad en su conjunto. La existencia humana trata de crecimiento, maduración, diálogo y relación.
Quiero animar todas aquellas iniciativas sociales y eclesiales que fomentan la participación activa de las personas mayores, para que le sigan permitiendo a esta población desarrollarse en diversos aspectos de sus vidas, ya sea a través del ejercicio físico, el enriquecimiento intelectual o la participación en actividades sociales. Al hacerlo, los ancianos no solo mantienen su vitalidad, sino que también continúan siendo útiles para la sociedad al poner sus habilidades, tiempo y experiencia a disposición de los demás.
*Arzobispo Metropolitano