Hay quienes se sienten angustiados por el miedo a quedarse solos y abandonados. ¿Cómo superar el mal? Les puede ayudar mucho, a la luz de la fe, la comparación que usa Jesús para inducir a sus oyentes a confiar en la providencia divina: “¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. ¡No temáis, pues! Vosotros valéis más que muchos pajarillos” (Mateo 10,29-31). En efecto, cualquier ser humano es muchísimo más importante que todos los pajarillos del mundo juntos.
En nuestra condición de creaturas e hijos suyos, Dios nos tiene en sus manos, nos conoce y ama, nos acompaña y cuida, nos envuelve en su amor y solicitud porque somos muy valiosos para él. “Es para nosotros, sintetiza Anselm Grün, como una madre amorosa en la que podemos refugiarnos, y como un padre seguro en quien podemos apoyarnos”.
Según los entendidos, en la comparación Jesús nos ofrece dos medios eficaces para superar la angustia de vernos solos y abandonados. El primero consiste en elevar y mantener en alto nuestra autoestima por ser creaturas e hijos de Dios. Tan digno soy que hasta los cabellos de mi cabeza están contados. En consecuencia, no he de tener miedo de ser abandonado y quedarme solo. Y, por lo mismo, he de empezar por aceptarme y valorarme a mí mismo, apoyarme en mí y acompañarme. Principalmente sentirme feliz y agradecido por el valor infinito en que Dios me tiene. En segundo lugar, el hecho de sentirme envuelto por el amor y la solicitud de Dios, que jamás me deja solo.
Estas consideraciones, nos puede mover, por una parte, a no vernos solos sino acompañados por Aquel que, a cada paso, nos susurra “no tengas miedo, yo estoy contigo”, que se dice en varios lugares de la Biblia. Y, por otra parte, nos va a ayudar mucho a superar cualquier angustia que trate de afectarnos negativamente.
En ese sentido, la oración, ese trato de amistad, confiado, con Dios nos puede ayudar a reafirmarnos en el poder del amor invencible de Dios, capaz de librarnos de todo mal, como pedimos en el Padrenuestro.