Es un proceso que lleva ya décadas. La globalización que se aceleró al final de la Guerra Fría muy rápido empezó a reversar dirección. Ese proceso de desglobalización ha tomado velocidad en los últimos años. Dada la confrontación geopolítica y comercial entre China y los EE.UU., estos países, a partir de la Administración del presidente Trump, cada día aumentan las restricciones al comercio con aranceles y -ante el peligro de una confrontación- también establecen privilegios para la producción en sus respectivas naciones.
Ciertamente muchas de las medidas iniciales de EE.UU. se originaron en subsidios de China. Pero no fueron justificadas para compensar esos subsidios, ni buscó ese país la vía de la OMC de solución de controversias cuyo funcionamiento más bien ha impedido. Simplemente la Administración Trump argumentó en forma general que en China había subsidios.
Después el presidente Biden ha aumentado los aranceles de China y tomó el camino de los subsidios a la producción como una vía para reindustrializarse y aumentar los niveles de empleo y también como una ruta para promover energías renovables y disminuir la carbonización.
La separación en bloques se aceleró con la invasión de Putin a Ucrania y el acercamiento entre Rusia y China cuyos líderes Vladimir Putin y Xi Jinping, el 4 de febrero de 2022 poco antes de esa atrabiliaria violación de la territorialidad de una nación independiente, se habían reunido en Beijing. En esa reunión emiten una declaración que rompe con la universalidad de los derechos humanos establecida por las NN.UU. desde su carta fundacional y declaran “la amistad sin límites” de sus naciones.
Lo que previamente era una reacción proteccionista para fortalecer la industria local y generar empleo en poblaciones que estaban siendo afectadas por la competencia internacional, se ha ido convirtiendo en restricciones a la importación de bienes extranjeros y en subsidios a la producción local con miras a la defensa militar, y también a la protección al ambiente. También se multiplican las sanciones financieras y se ha desarrollado el uso de Regímenes de Inversión Extranjera (FDI por sus siglas en inglés) que limitan el acceso a sus mercados de algunas industrias. El comercio pasa de ser guiado por normas en la búsqueda de eficiencia a ser regido por el poder y por razones de seguridad nacional.
EE.UU. y países europeos señalando motivos de espionaje han limitado el acceso a sus mercados de equipos de una empresa de telecomunicaciones y el Congreso de los EE.UU. ha dado un plazo a la empresa china dueña de TikTok para vender sus operaciones en ese país. Incluso se clama contra la tecnología de infocomunicación en los vehículos eléctricos.
Todas esas medidas van dividiendo el comercio internacional en dos bloques, uno liderado por EE.UU. y otro por China. La Unión Europea juega un difícil equilibrio tratando de defender su alianza militar, cultural, estratégica, comercial con EE.UU. y sus grandes intereses por las relaciones comerciales y de inversión con China.
Costa Rica no puede jugar ese papel igual que Europa. Somos demasiado pequeños y débiles, y dependemos muchísimo más de los mercados, las inversiones, el turismo, las tecnologías, los servicios y las relaciones de seguridad con EE.UU., y con Europa. Gracias a Dios y a nuestros inteligentes antepasados apreciamos la cultura occidental judeocristiana y grecorromana y hemos desarrollado nuestra democracia liberal. Gracias a ellos no tenemos ejército, pero nuestro vecino al norte se asocia con Rusia y fortalece sus fuerzas armadas y sus servicios de inteligencia.
Debemos escoger bando.
Por eso Costa Rica ha cerrado puertas a la empresa de telecomunicaciones. Por eso tenemos la alternativa del comercio amistoso (friendshoring) y cercano (nearshoring) como una ruta que sigue progresando y es muy esperanzadora para la fabricación de chips.
Nos toca ser leales con el mundo occidental. Pero también nos toca seguir en favor de nuestros intereses de largo plazo y levantar nuestra voz en favor del comercio reglado, de la vigencia plena de la OMC, de la democracia liberal, el estado de derecho y los derechos humanos y de las acciones de NN.UU. para promover y preservar la paz.