Las recientes declaraciones del presidente Rodrigo Chaves en contra del presidente del Congreso, Rodrigo Arias, durante su habitual conferencia de prensa de los miércoles, han generado un justificado malestar.
Cuando se le consultó si aspiraría a una diputación, Chaves respondió que solo lo haría para presidir el plenario con una mayoría absoluta y, lamentablemente, agregó que no sabía “cuánto habrá que esperar para quitar el olor a Cofal de la silla”, en referencia al señor Arias, quien tiene 78 años.
En Diario Extra mantenemos un principio de imparcialidad: no tomamos partido ni favorecemos a uno ni a otro.
Damos voz a todas las partes por igual porque nuestro compromiso es informar, aunque esto incomode a algunos. Sin embargo, no podemos ignorar ni quedarnos callados ante expresiones que cruzan límites fundamentales de respeto y decoro.
Más allá del contexto político y las diferencias entre el Poder Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial, es indispensable mantener una relación de respeto y coordinación.
Esto es esencial para sacar adelante los grandes proyectos que Costa Rica necesita. Cuando la discusión pública se degrada a descalificaciones personales se pierde el foco de lo que realmente importa: trabajar en beneficio del país.
Los adultos mayores merecen un respeto irrestricto.
No se vale la burla ni la mofa porque todos, sin excepción, caminamos hacia esa etapa de la vida.
El uso de expresiones despectivas basadas en la edad equivale a burlarse de alguien por su color de piel, su orientación sexual o su nacionalidad. Cuando tales comentarios provienen del representante máximo de la nación la preocupación es aún mayor.
La política debe tener límites claros y el respeto debe ser una norma básica, no una excepción.
Aplaudimos el comunicado emitido por la Asociación Gerontológica Costarricense, que hizo un llamado al reconocimiento de la dignidad de las personas mayores y a la necesaria reflexión sobre la discriminación por edad.
La sociedad, muchas veces sin notarlo, perpetúa estigmas y estereotipos sobre el envejecimiento y la vejez. Como país tenemos la obligación de erradicar discursos, narrativas y expresiones que atenten contra la dignidad de las personas mayores.
La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, un instrumento internacional vinculante, establece que las personas mayores tienen los mismos derechos humanos y libertades fundamentales que el resto de la población.
Entre estos derechos se incluye el de no ser sometidas a discriminación fundada en la edad ni a ningún tipo de violencia. Este documento, adoptado por la Organización de los Estados Americanos en 2015, recalca que la dignidad y la igualdad son inherentes a todo ser humano.
La dignidad debe ser reconocida en todos los ámbitos: desde el trato cotidiano que reciben las personas mayores hasta el uso de su imagen y las expresiones empleadas al referirse a ellas.
En el caso de la reciente conferencia de prensa del Poder Ejecutivo se utilizó una expresión que refuerza un estereotipo viejista, asociando la vejez con el uso de ungüentos. Lo más preocupante es que dicha referencia provocó risas entre los presentes, evidenciando una preocupante complicidad.
Es urgente recordar que la edad no define la valía ni la capacidad de una persona. Muchos adultos mayores son pilares de sabiduría, experiencia y servicio.
Rodrigo Arias, más allá de su figura política, es un ciudadano que merece ser tratado con respeto. Este principio debe extenderse a todas las personas mayores en nuestra sociedad.
El envejecimiento no es una condena, sino una etapa natural de la vida que debemos vivir con dignidad. Replantear la manera en que nos expresamos y actuamos hacia las personas mayores es una muestra de civilidad y madurez como sociedad. Respetar no es un acto de compasión, sino un derecho y una obligación.
En un mundo que envejece rápidamente, el respeto y la inclusión de las personas mayores son fundamentales para construir un país más justo y empático. Es momento de reflexionar y entender que el poder de la palabra es enorme: puede construir o destruir.
En este caso la palabra lamentablemente destruyó.
Como sociedad debemos exigir un discurso público que sume, que fomente la unidad y el respeto mutuo. No normalicemos la burla ni la descalificación. Costa Rica debe ser un ejemplo de convivencia armónica y de respeto a todas las generaciones.