Se dice que la materia prima de un buen gobierno democrático es un buen pueblo. ¿Por qué insistir entonces en culpar a la clase política? En una encuesta realizada recientemente, ante la pregunta por cuál partido o candidato votaría usted si las elecciones fueran hoy, un 71.3%, respondió que no sabía; y ante la duda válida de que no hay por quién votar; amén de todos los escándalos políticos que están saliendo a la luz pública, es posible que el abstencionismo se dispare. En virtud de esta realidad, son los ciudadanos abstencionistas irresponsables el meollo de este asunto. Es en esa clase social o política costarricense que debemos enfocar todas las baterías de conscientización ciudadana, pues es un grupo mayoritario que no le importa ni la política, ni lo social, ni lo humano. Su omisión hace que sea cierto lo que decía Gandhi: Lo malo de lo que hacen los hombres malos, es que los hombres buenos callen. No puede ser posible que un porcentaje tan amplio de un pueblo calle. Eso no nos hace un buen pueblo y en consecuencia estos son los gobiernos que nos merecemos. Es como hacer un camino del interés de todos entre unos pocos, mientras el grueso de la mayoría solo observa. En mi comunidad hicimos una calle de acceso entre todos y no se le permitió a ningún vecino ser un simple observador, pues la calle les beneficiaba a ellos también. Se les presionó a participar o no se les iba a permitir hacer usufructo de la mencionada obra civil. Estamos por construir un gobierno nuevo, que es mucho más que hacer una simple calle; pues está en juego nuestra paz social, nuestra prosperidad y hasta nuestra dignidad.
Señores abstencionistas, no jueguen con el destino de un país que es en el que ustedes viven y nosotros también. Miren como nos llegan extranjeros huyendo de los gobiernos de sus países, algunos porque no podían elegir libremente y otros porque no les importó, al igual que ustedes.
No se conviertan en el blanco de la furia pública. Si alguien está revelando los nombres de los que no pagan al Estado, pronto alguien revelará los nombres de los que no votan para que sean de escarnio público y motivo de señalamiento cada vez que un mal gobierno nos avasalle.
Desde ya debe aplicarse la ley a estos antipatriotas, porque es un deber y una obligación votar. Un verdadero ciudadano es aquel que participa en el juego democrático de las elecciones libres con el fin de elegir el que mejor le parezca. A los empresarios que no hemos pagado el impuesto, a las sociedades se nos deniega la solicitud de personería jurídica, algo así como la cédula de identidad a nivel empresarial. Se nos obliga al pago de las garantías sociales, so pena de no poder acceder a beneficios y servicios del estado, además de la seria posibilidad de ir a la cárcel. Si a nosotros los pequeños, medianos y grandes empresarios, que somos los que damos empleo a los costarricenses, se nos trata de esta manera; por qué, entonces, no se obliga de igual forma a los abstencionistas. Si no votan, no son ciudadanos. Y cuando vengan a solicitar cédula, placas, matrículas, atención médica, pasaporte y toda la infinidad de ventajas que significa ser un ciudadano costarricense, se les dice usted no votó. A usted no le importa el país. ¿Qué hace usted aquí? Si le parece, aún tiene la oportunidad de ir a votar para la elección del alcalde de su cantón. Hágalo. Asegúrese de que está empadronado y regrese y se le extenderá el documento que solicita.
Como pueden apreciar, la solución no solo es sencilla, sino que es de aplicación legal, ya que estamos tan escandalizados y legalistas con la clase política.
Señores abstencionistas, no pregunten qué puede hacer el gobierno por ustedes. Pregunten qué pueden hacer ustedes por el gobierno y el país. Dios y la patria os lo demandan.
¡Si no hay por quien votar, vote entonces por Costa Rica!