Costa Rica es una de las democracias más consolidadas de América, es el único país de América Latina incluido en la lista de las 22 democracias más antiguas del mundo. Ha alcanzado un relativo alto estándar de vida. Se sitúa en el cuarto lugar en el Índice de Desarrollo Humano de entre las naciones latinoamericanas.
Hoy en día Costa Rica sigue siendo un país amante de la paz, sin ejército, un ambiente pacífico, tiene la tasa de alfabetismo más alta del mundo, sus habitantes con un alto nivel educativo, y una economía en pleno crecimiento.
Ya estamos a pocos meses de las próximas elecciones presidenciales febrero de 2014, ¿qué nos espera en el futuro?, ¿está en nuestras manos cambiar el destino del país?, ¿a la vuelta de la esquina estarán aguardando nuevos chori políticos? Pues bien, entre estos y otros serios interrogantes; ahí está la incertidumbre.
Mucha gente se muestra muy resfriada y escéptica con la clase política y con el sector gobernante, pero a pesar de todo esto, el ambiente electoral ya se está calentando. Esta fiesta electoral libre y democrática de cada cuatro años, tal vez es la mejor herencia a nuestros nietos.
Con respecto a las elecciones presidenciales, ya se oyen algunos nombres como el veterano José Miguel Corrales, el novato José María Villalta, Johnny Araya del PLN, el doctor Rodolfo Hernández del PUSC; aún está pendiente por definirse otros postulantes. Con este frustrante gobierno de doña Laura Chinchilla, perdone, ella no está dejando huellas para una candidatura femenina.
Una ayuda a los aspirantes a la presidencia de la República; “una reciente encuesta de la firma Borge y Asociados para el Grupo Extra, enumera los principales problemas del país: el desempleo, la inseguridad, costo de la vida, la corrupción, la situación económica, las drogas, la pobreza, la mala administración, las vías de comunicación, los bajos salarios, etc.” Pues bien, con esas premisas no hace falta inventar más y más promesas, y crear más falsas expectativas. Otra cosa, el ciudadano debería exigir del candidato de su preferencia que no tenga la fiebre de viajetis, juponsitis, inauguritis, chorisitis, y por lo menos que tenga el don de escuchar, dialogar, construir puentes de consenso, transparente, y por favor, que tenga altos valores morales y, ser también, un hombre de principios.
En cuanto a los futuros diputados y diputadas, aunque es difícil de diagnosticar, ya estando en Cuesta de Moras; que no salgan con que son autistas (pasan en la luna), invisibles (ese diputado no lo conocía), alzheimer (cuando están en el poder se olvidan de la comunidad que los eligió), pitbull (gritones, les gusta amenazar a los demás), intocables (los voy a demandar), artistas (cada rato salen en la televisión, en los periódicos, en la prensa), metiches (en toda protesta o manifestación siempre aparecen), bueno, como en farmacia. Los diputados, los munícipes y los regidores juegan un rol muy importante en la vida del país; porque ellos estarán siempre más cerca de los problemas de las comunidades.
Se recuerda, nuestra doctrina democrática no es un cheque en blanco para que los políticos de turno cometan fechorías. Para los comicios del próximo año, el electorado tiene que estar pendiente del más mínimo detalle de los candidatos, no caer en la misma inercia de más de lo mismo, hay que actuar con mucha malicia indígena; porque andarán muchos lobos disfrazados de Caperucita Roja.