Cuando se publicaron las primeras mediciones del Índice de Desarrollo Humano de NNUU se hicieron patentes algunas características importantes sobre Costa Rica.
En el primero, el Informe de 1990, quedó claro que Costa Rica tenía un desarrollo humano mucho mejor a su posición en producción. En el Informe de 1991 se destacó que alcanzábamos un nivel alto de desarrollo humano gracias a que teníamos una relativamente alta tasa de gasto público con relación a la producción, con un gasto social adecuado dentro del presupuesto del Estado, pero con una baja asignación de recursos a las áreas sociales prioritarias para el desarrollo humano. Esto implicaba un costo para el sector productivo que se fue incrementando con la posposición de empezar a resolver la situación fiscal hasta 2018.
Desde entonces me quedó claro que debíamos hacer cambios para acelerar el crecimiento de la producción aumentando la productividad.
Igual ocurre con América Latina. En crecimiento económico nuestro resultado ha sido menor que el de todas las regiones, salvo África, y eso ha incidido en todos los otros indicadores.
Los latinoamericanos no podemos estar satisfechos respecto a nuestra producción, productividad, innovación ni a la eficiencia. No hemos alcanzado los niveles de desarrollo previsibles hace siete décadas y nos han dejado atrás otras regiones del mundo entonces más atrasadas.
Este año creceremos al menor ritmo de todas las regiones que consideran los principales organismos financieros internacionales. El año pasado fuimos la penúltima. La previsión de crecimiento para el resto de esta década es decepcionantemente baja.
Seguimos sufriendo inaceptables niveles de pobreza y somos la región más desigual.
Solo redistribuir no es la solución. Con el nivel de ingreso por persona relativamente bajo de nuestra región, si fuese posible, sin destruir la producción, redistribuir en favor de las personas en pobreza los recursos de los más ricos para que la desigualdad no fuese mayor a la de la OCDE, no sería suficiente para satisfacer las justas aspiraciones de las familias pobres. Además, eso no es posible ni sostenible.
En Costa Rica, nuestro crecimiento ha sido superior al promedio de América Latina, pero no ha sido suficiente ni sostenido.
Es necesario producir más con los mismos recursos y hacer que los recursos crezcan. Eso demanda importantes reformas para aumentar la eficiencia del gobierno y del sector privado, fortalecer el orden de la competencia, promover la innovación, generalizar el acceso a una educación secundaria de calidad y aumentar la matrícula en educación terciaria, capacitar la fuerza de trabajo y poder realizar una mayor inversión en infraestructura, así como en el sector productivo. Y ello demanda que los servicios públicos y los del Estado se produzcan a menor costo y de mejor calidad.
Por supuesto que la democracia y el Estado de derecho son importantes en sí y además contribuyen a mejores resultados económicos. Debemos por todos los medios defender nuestro avance en estos campos, pero no son suficientes para mejorar el bienestar material de la población y reducir la pobreza. Se requiere también favorecer la productividad.
Por su puesto que la fraternidad, la amistad social, el amor entre las personas son indispensables para una vida humana que logre la felicidad posible en la tierra, pero el bienestar material también demanda una economía eficiente.
Por supuesto que debemos mantener una relación armoniosa con la naturaleza y adaptarnos al calentamiento global, sin embargo, para lograr esos objetivos con adecuados niveles de bienestar material requerimos que el sector productivo y el gobierno utilicen los recursos con eficiencia.
Hicimos avances importantes a partir de la crisis de los ochenta y desarrollamos un sector de comercio preferente de gran calidad, diversificado, que genera importante inversión, buen empleo, alta productividad y muchas exportaciones con alto contenido tecnológico, pero solo representan el 15% de la economía.
Estamos en deuda con el otro 85% de nuestra producción. Debemos mejorar su productividad y para esto resulta indispensable mejorar la innovación en el sector privado, al igual que la eficiencia y la inversión del Estado.
No lo olvidemos, también es importante la economía.