Desde pasaditas las 11 a.m. de esta sábado 18 de mayo, el pelito de gato estuvo amenazando con traerse abajo la fiesta de los boyeros de Coronado. Por dicha ni un solo de los presentes cedió, tanto así que muchos buscaron capa y sombrilla, pero no se movieron de su lugar.
Lo que menos les importaba, aquellos que desfilan, era si llovía, sino ser parte de esta celebración que ya es toda una tradición en esta comunidad y la cual está a cargo de los miembros de la parroquia. De hecho, conforme iban pasando, el padre Gabriel Corrales daba la bendición a los boyeros y a sus animales que son los que realizan la parte más árdua del trabajo.
Todas las personas que llegaron a sentarse en las gradas de la iglesia y los que vinieron de diferentes partes del país (a lucirse con sus animales) aseguran que esta es una tradición que no se puede perder aunque caigan rayos y centellas.
NIÑOS, LOS MÁS EMOCIONADOS
Los más entusiasmados de la jornada eran los pequeños de la casa, desde sus sitios aprovechaban para saludar al vecino, comerse un rico helado, quitarse la sed con una buena tajada de piña o, aquellos que les apretaba el hambre, se quitaban uno que otro antojo de la comida típica que se vende en las fiestas de los pueblos.
Lo que sí tenían en común, todos los presentes, es la fe en San Isidro Labrador, quien a más de uno le ha hecho un milagrito como el de dejar de tomar, que su marido no sea tan ojo alegre o aquellas madres que le han pedido para que su hijo retome el buen camino.