Decía el periodista colombiano Jaime Garzón que el principal problema de su país no radicaba en la violencia ni el narcotráfico, sino en los ciudadanos que vivían esperando el viernes, únicamente pensaban en fiesta, que no les gustaba madrugar y solo hablaban de fútbol.
Pareciera que Garzón tuvo unas vacaciones en Costa Rica, porque descubrió características con las que el pueblo tico puede sentirse identificado.
Pero en vez de tocar el punto de la fiesta y de madrugar, centrémonos en el fútbol, porque si hay una verdad absoluta en el país es que los ticos se olvidan de los problemas reales y agudos que enfrenta la sociedad por al menos 90 minutos cada vez que hay un partido.
Pero, ¿qué pasa después del pitazo final? Es desalentador ver cómo en la mesa sí se habla de fútbol, pero no de política ni religión, cómo enseñamos a los niños desde pequeños a distinguir los colores, las posiciones en el campo de juego, pero de política solo pinceladas.
También es lamentable ver cómo se multiplican las cifras de violencia doméstica cuando los costarricenses ven rodar un balón.
Si el análisis que hacemos de nuestros políticos fuera tan minucioso como el que hacemos del juego de la Selección, del Saprissa o de la Liga, tenemos la certeza de que viviríamos en un mejor país.
Dicen los libros de historia que el Imperio Romano daba pan y circo al pueblo para que estuviera tranquilo y aunque han pasado 1.500 años desde la desintegración de aquel régimen, lo cierto es que la sociedad del siglo XXI adaptó el fútbol como un opioide peligroso que nos desconecta de la crudeza con la que vive el país.
Porque no existe otra justificación que explique cómo los costarricenses acostumbran reclamar el rendimiento de un cuerpo técnico por encima del accionar de los actores políticos.
Hoy existe una deuda de más de ¢3 billones a la Caja, un referéndum ad portas y plantean recortar a retazos el presupuesto de la educación pública. Todos temas importantes para el país.
No dudamos que la mayoría de costarricenses pueden contar con lujo de detalles cuáles fueron los marcadores de la Selección Nacional en la última Copa América, pero no saben de qué se trata el caso Madre Patria, qué pasó con el Cementazo ni dónde están los imputados del juicio ICE-Alcatel.
No todos saben que más de un millón de ticos viven en pobreza, porque la atención está puesta en cuánto cuesta cada uno de los jugadores de una Selección que quedó tercera en un grupo de cuatro equipos.
Y es que, en vez de estar pensando cómo le podemos competir a México, Brasil o Argentina en un simple juego, podríamos pensar cómo competirle a Francia en salud, a Noruega en educación y a Finlandia en seguridad.
Porque lo verdaderamente importante, que impacta la vida de toda una nación, no son 11 hombres que corren detrás de un balón, sino 57 diputados que construyen nuestras leyes, los jueces que las ejecutan, un grupo de ministros que marcan la ruta de la nación y un gobierno que tiene la oportunidad de dejarnos un mejor país a todos.