Y dijeron que estábamos locos, que había que derribar las ruinas de ese horrible edificio, que no habría tiempo ni dinero, que este no era un lugar para albergar sueños, menos niños… nos dijeron que nos rindiéramos antes de empezar pues a todas luces era un proyecto de gran envergadura y no teníamos ni los recursos, ni la capacidad, ni la imaginación para sacarlo adelante.
Tenían cierta razón, el proyecto demandaba muchos recursos que no tenía el gobierno en ese momento; paralelamente se trabajaba en la reconstrucción de la Antigua Fábrica de Licores para darle hogar al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes y el terremoto de Limón había mermado los escasos recursos para obra pública. Por otro lado, el concepto de museo interactivo para niños era poco conocido en nuestro ambiente y no había claridad cuál sería su propósito. Si bien en los Estados Unidos existían varios en las principales ciudades, en América Latina no había experiencia ni modelos a seguir, solo Venezuela contaba con un gran museo y Colombia había dado inicio al proceso de construcción del museo en Bogotá.
Pero estaba decidido, Costa Rica tendría un museo para sus niños, un espacio donde aprender en forma divertida; un lugar donde poder asimilar difíciles conceptos jugando y experimentando; un museo donde poder echar a volar la imaginación y hacer del conocimiento un proceso mágico que invitara a los pequeños a estudiar y descubrir, en cada sala, un mundo lleno de maravillas. No, no podíamos negar a nuestros niños esa experiencia.
Haber escogido como sede la Antigua Penitenciaría Central, si bien fue la mejor escogencia, en su momento se trató de una polémica decisión, pues además de encontrarse en ruinas, el edificio contaba con la peor reputación del país y más allá del potencial de tan majestuoso recinto, le precedía una leyenda negra que hacía difícil para muchos visualizar un proyecto tan ambicioso como novedoso.
Pero ese fue solo el inicio, una vez decidida la sede, había que hacernos de recursos humanos, financieros, técnicos y legales en fin todo aquello que fuera necesario para hacer realidad un sueño que ya comenzaba a ser compartido por ministros, empresarios, funcionarios, voluntarios y patrocinadores que pusieron todo su empeño para que un 27 de abril de 1994 el Centro Costarricense de Ciencia y Cultura abriera sus puertas.
Fue hace 28 años que gracias al trabajo de cientos de personas logramos romper con el escepticismo y la falta de fe, supimos encontrar los recursos y unimos fuerzas, trabajamos viendo en una misma dirección y con un mismo propósito, superamos los escollos convencidos que juntos teníamos la capacidad de trasformar la oscuridad en luz, de construir un sueño y darle al país un espacio donde educar para no tener que castigar.
El Centro o Museo de los Niños como es conocido popularmente, ha cumplido con todo aquello que se propuso desde el momento en que fue concebido y hoy, a pesar de haber sufrido los embates del tiempo y la pandemia, sigue adelante con nuevos proyectos y salas de exhibición para satisfacer la curiosidad de nuestros niños y apoyar la educación en momentos en que se ensancha una peligrosa brecha entre la educación pública y privada.
En los próximos meses estaremos inaugurando tres nuevas salas: “La Historia de la Escritura”, “Sueños sobre ruedas” y “El Banco” entre otras. “La historia de la Escritura” es una sala que nos acerca al largo proceso que tuvo que darse para que el ser humano pudiera crear la escritura, su importancia en el desarrollo de la humanidad y la importancia de la lectura en el desarrollo neurológico de los niños. “Sueños sobre ruedas” es una sala STEAM patrocinada por la Asociación Internacional de Automovilismo, en la que además de promover el interés por las carreras de ingenierías y matemáticas se busca una mayor participación de las niñas en el campo del automovilismo. Un banco privado es nuestro patrocinador en la nueva sala del Banco, en el cual buscamos interesar a los niños en los temas como el ahorro, las inversiones y la solidaridad, ayudándoles a entender el funcionamiento de un banco y su función en la sociedad.
La imaginación, el compromiso y la ilusión siguen presentes en todos y cada uno de los funcionarios del Museo que buscan llenar las expectativas y las necesidades educativas de nuestros niños y jóvenes. Al igual que ayer somo muchos los que creemos en la educación y la cultura, los que sabemos que los obstáculos pueden ser superados, los que confiamos en que los costarricenses tenemos la capacidad para alcanzar los sueños, mantenerlos y cultivarlos.
Gracias a quienes con su patrocinio y visitación hacen posible nuestro trabajo y felicidades a todos los que con su trabajo hacen posible que el Museo de los Niños siga alimentando sueños e ilusiones, despertando vocaciones, arrancando sonrisas y estimulando el amor por el conocimiento, la educación y la cultura.