El incluir las caras de mandatarios en los libros de Educación Cívica, que son de uso obligatorio en la secundaria, debería ser revisado a profundidad por nuestras autoridades educativas.
Somos partidarios de que a los estudiantes se les debe estimular el libre pensamiento desde las aulas y esto pasa por la escogencia de una agrupación política.
Podría malinterpretarse que se intente relacionar la imagen de un político, sea cual sea, con una cualidad específica y hasta magnificada.
Y es que esta práctica comenzó a gestarse desde la Administración anterior, pero ahora se repite en 2024.
Los libros, no solo de noveno año, sino de décimo, hacen énfasis en ligar a partidos políticos con uno y otro concepto, según una investigación efectuada por DIARIO EXTRA.
Consideramos que esto puede resultar peligroso, porque finalmente el papel aguanta lo que le pongan y estas imágenes pueden calar en la mente de la población más joven.
Aquí no se está individualizando el tema, porque sea cual sea el partido político, es prudente revisar lineamientos de educación.
Decir que una agrupación política se liga con uno u otro valor es algo que el joven debe decidir por sí mismo. Los libros educativos no deberían imponer prejuicios.
Hay quienes pueden ver estas publicaciones como una especie de adoctrinamiento, propio de países autoritarios.
El Ministerio de Educación Pública (MEP) está obligado a dar explicaciones. No puede desligarse de un tema tan delicado.
Los libros de enseñanza siguen lineamientos y las casas editoriales reciben instrucciones.
¿Quién es el responsable de que el rostro de un mandatario esté en libros que llegan a los menores de edad?
¿Cuál es la necesidad de que la cara de un mandatario esté en libros escolares?
Ciertamente, el MEP evade la responsabilidad y omite decir que cada una de las editoriales que construye materiales para los menores de edad se basa en los Programas de Estudio.
Noam Chomsky, lingüista, filósofo y activista estadounidense, aseguraba que un sistema de adoctrinamiento debe cumplir diversas tareas, entre ellas mantener sometidas a las masas y privar a las personas de descubrir cuáles son sus pensamientos.
Los gobernantes y los partidos políticos deben ganar adeptos por sus obras y acciones, no utilizando las aulas como plataforma electoral.
En 2020, un exministro de Educación tuvo que comparecer ante el Congreso para explicar el “adoctrinamiento” que sufrieron los estudiantes en materia de Derechos Humanos y temas vinculados a agenda LGTBI.
Un año antes, los diputados criticaban un convenio que Costa Rica tenía con Cuba en materia educativa por las posturas ideológicas de La Habana e incluso consideraron que era hacerle como un guiño a Caracas.
En ese mismo año, hubo otro convenio entre el Ministerio de Educación Pública (MEP), el Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart) y la Embajada de Cuba con el fin de pasar programación de dicho país en el canal del Estado.
El sistema educativo de Costa Rica es un baluarte, al igual que nuestra democracia.
Dejemos que los estudiantes tomen sus propias decisiones, que sean ellos quienes formen su identidad política. No impongamos ninguna ideología o creencia, que prevalezca la libertad de elección dentro y fuera de las aulas.