El primero de mayo recuerda a los héroes de Chicago, aquel puñado de trabajadores honestos que fueron sentenciados bajo cargos falsos por liderar los movimientos que luchaban por la jornada laboral fuera de ocho horas y no de doce, catorce y hasta dieciséis horas.
Los grandes maestros nos recordaban lo que decían aquellas pancartas hechas a mano que enarbolaban en las manifestaciones. “Queremos ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar y ocho horas para ver las flores”.
A lo largo de la historia, contar con tiempo para el amor siempre fue un lujo de dandis y barones, reyes y aristocracias, de pudientes y acaudalados. Cuando se trabajan jornadas de catorce o más horas diarias en condiciones infrahumanas no hay tiempo para nada. La sexualidad se convierte en algo apresurado, en una descarga, en un placer casi siempre masculino y casi siempre minúsculo y efímero.
Cuando se reduce la jornada laboral a ocho horas, el amor encuentra su tiempo, el reloj le abre las puertas a la intimidad, a la ternura, al cariño y por vez primera las parejas pueden y tienen tiempo para explorar la sexualidad.
Adicionalmente el Día del Trabajador es el día de la salud, ya hay tiempo para hacer ejercicio, es el día del amor, ya hay tiempo para los besos, el día de la familia, ya hay tiempo para compartir con los hijos, los padres, y la familia. Es además el día de la amistad, ya hay tiempo para divertirse con los cercanos, es el día de la prosperidad ya hay tiempo para trabajar extras y “poner un negocito”.
Es claro, el Día del Trabajador es el día en que pudimos tener tiempo para todo lo que no fuera trabajo. Tiempo para explotar todas nuestras capacidades y aptitudes más allá de lo laboral.
Pero a veces no somos conscientes del tiempo que tenemos a nuestro favor.
Solo trabajamos ocho horas diarias y son muchos los que tienen libres sábados y domingos y, sin embargo, el tiempo se nos escapa de las manos. De una u otra manera no tenemos tiempo para nosotros, ni para los nuestros.
Entre pasatiempos, y despistes, se nos va un tiempo valioso que podríamos dedicar a los hijos, a la pareja, a la familia y al ejercicio.
Ya es frase común alegar a los cuatro vientos, “no me alcanza el tiempo”, tiempo que perdemos frente al televisor, conectados a internet o en manos de recreaciones nocivas como el licor o las drogas.
Es deseable cada 1ᵒ de mayo recordar y agradecer a esos héroes que hicieron posible que tengamos una jornada laboral de solo ocho horas, pero también el 1ᵒ de mayo es una fecha apta para hacer un alto en el camino, y meditar sobre el uso que le doy a mi tiempo, y cómo puedo rescatar esas horas perdidas en aras del crecimiento personal, familiar y de pareja.