Como empresario farmacéutico agradezco los reportajes de Canal 7 sobre la disparidad de precios en medicinas, por traer el tema al debate público. Pero temo que ninguno de ellos identificó el problema real: el comercio desleal.
No es solo un secreto a voces, sino una realidad silenciada. Hay temor en exponerla. Cientos de farmacias y miles de empleos peligran por esta práctica ilegal.
EL DUMPING COMERCIAL
Un ejemplo concreto: si los distribuidores autorizados venden un producto a las farmacias independientes al precio final (y mínimo) de 10 mil colones, esta lo venderá al público al precio razonable de 11 mil, 12 mil o 13 mil colones. Inexplicablemente, hay farmacias de cadena que la venden ya al público en 7 mil colones, ¡casi la mitad!
Hay dos explicaciones para lo anterior: o las grandes cadenas consiguen ese producto en 4 mil, 5 mil o 6 mil colones (muy por debajo del precio de mercado) u operan con pérdidas. Ambas prácticas son antiéticas, censurables y falsean cada día el suelo de la sana y justa competencia.
Este mismo dumping se repite en la mayoría de 3 mil jarabes, pastillas, inyectables, anticonceptivos y fórmulas infantiles, que maneja en promedio una farmacia.
No es que el pequeño farmacéutico no desee competir. Es que no puede. No es que las pymes farmacéuticas inflen codiciosamente el precio (en realidad son quienes ofrecen el valor correcto de mercado). Es que algunas cadenas desploman artificialmente los suyos, a sabiendas que ninguna otra farmacia puede ni siquiera acercárseles (ni aún aplicando todos los descuentos por volumen, escalas, bonificaciones y regalías).
Costa Rica avanza peligrosamente hacia un monopolio de cuatro o cinco cadenas farmacéuticas y nadie se despeina en investigar los porqué, ni las gravísimas consecuencias de ese factible escenario.
LA IMPORTANCIA DE LA PRENSA
Cuando la prensa detecta diferencias abismales de 5 mil, 10 mil o 20 mil colones en un mismo producto, hay un claro indicio de graves irregularidades de mercado que ameritan ser investigadas a fondo por periodistas y autoridades.
Desafortunadamente, muchos artículos se limitan a informar dónde comprar más barato. Se suele dar voz y publicidad a las grandes cadenas; se pasa por alto el tema central del comercio desleal; se omite el peso del creciente contrabando ilegal de medicinas; se profundiza en aristas menores (como el push-money o ventas por comisión) y se suele relegar al farmacéutico independiente a un segundo (o inexistente) plano.
Ahora bien, también es justo decir que gracias a otras notas más balanceadas (como las del mismo Canal 7 en 2014) las autoridades y el público saben que las prácticas de dumping han existido por años. Aún así, el Ministerio de Salud, el MEIC y el Colegio de Farmacéuticos demuestran muy poca diligencia en resolverlo, limitándose a decir que “no pueden influir en el mercado”.
EL MERCADO Y EL MIEDO
Las medicinas son artículos de primera necesidad. No son lujos, modas, ni caprichos. La vida de millones de costarricenses depende, y lo hará, de productos para diabetes, males cardíacos, respiratorios y otras enfermedades.
Sin embargo, bajo las leyes actuales, las medicinas son simples mercancías, al igual que clavos, galletas, escobas, perfumes o repuestos. Sus precios se fijan y fluctúan sin regulación alguna. Sin techo, ni suelo. Se disparan o se desploman a conveniencia del más fuerte. La legislación permite todo, menos proteger la salud, economía y los negocios de los costarricenses honestos.
En tal escenario, es difícil para una pyme subsistir contra el músculo financiero de cadenas con ocho, cuarenta o setenta farmacias a nivel local y/o en Centroamérica. Estas pueden comprar por debajo del precio promedio o subsistir varios años vendiendo con pérdidas. Son así de fuertes.
Ante esta situación, cientos de farmacéuticos expresan cautela, incógnita y dudas sobre su futuro comercial. Nadie sabe cuántos meses o años logre sobrevivir. Cada noche se duerme con el fantasma del desempleo y deseando que ninguna cadena se posicione cerca de su local.
En el ambiente también hay mucho miedo. Los laboratorios, distribuidoras, visitadores médicos y agentes de ventas no se explican cómo se permiten estas evidentes distorsiones u optan por callar. Temen perder clientes, negocios, condiciones comerciales y hasta sus empleos. Yo también. Por eso opté por no callar más.
Invito a periodistas, autoridades, clientes y farmacéuticos afectados a sumarse al debate.