Más de tres décadas después de la publicación de la novela “La loca de Gandoca”, en la que su protagonista protege el Refugio de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo de una serie de desarrollos turísticos que ponen en riesgo el equilibrio con la naturaleza, la lucha en el Caribe Sur continúa.
Anacristina Rossi, su autora, conversó con DIARIO EXTRA sobre los hechos que la motivaron a publicar su “mejor denuncia”, así como por qué dejó ese paraíso enclavado en el cantón de Talamanca.
Según cuenta, los hechos siguen siendo prácticamente los mismos que a finales de la década de 1980 y principios de los años 90, así como la actitud de las autoridades. Les dejamos un extracto de la plática.
¿En qué momento llega usted a Manzanillo?
-La primera vez que llegué a Manzanillo en realidad fue a Punta Uva en 1987 con mi segundo compañero, Bernardo, a quien le encantaba el Caribe. Murió en un accidente y su prima segunda, Gina, estaba casada con un Stanford de Puerto Viejo, con conexiones con los Brown. Él me dijo: “Te voy a llevar el lugar más hermoso” y era verdad.
¿Él era Carlos Manuel (esposo de Daniela, “La loca de Gandoca”)?
-Sí, es él. Por eso el libro es muy autobiográfico.
¿Ya no vive ahí?
-No viví nunca ahí, pero siempre, cada vacación, cada fin de semana, me iba para allá. En el 2008 tuve que vender la concesión que tenía del Minae (Ministerio de Ambiente y Energía) porque yo estaba en Zona Marítimo Terrestre. Nunca tuve propiedad, es una concesión que se renueva cada cierto tiempo y sí se puede vender, lo que se vende es el derecho.
¿Por qué lo vendió?
-Desde los años 90, cuando escribí “La loca de Gandoca”, fue porque vi venir el desarrollo inmobiliario y esa fue mi lucha. Puse un recurso de amparo y años después lo gané, pero no se pudo aplicar por las amenazas de muerte. Como habían matado a mis cuatro compañeros de AECO (Asociación Ecológica Costarricense), María del Mar Cordero, Oscar Baldí, Javier Maradiaga y David Bustamante (asesinados en 1994) por ganar una lucha en el Golfo Dulce, les fue achicharrada su casa, entonces dije: “No, aquí las amenazas van en serio”.
¿Qué hizo?
-En este momento estaba con mi tercer compañero, Guillermo, un chileno-holandés, y me fui por cinco años a hacer una maestría en Holanda, donde él daba clases. Cuando regresé y vi el desarrollo de construcciones que había en la zona (de Manzanillo), a pesar de que la sentencia de la Sala IV había logrado ralentizarlo, me puse muy triste. Junto con mis compañeras de lucha, que me reservo los nombres porque no quiero ponerlas en peligro, pensé “algo se ha podido sostener”, pero por las amenazas de muerte no seguí en la lucha.
¿Qué decía el recurso de amparo?
-No era contra nadie, era pidiéndole amparo a la Sala IV para que impidiera que los intereses económicos destruyeran el refugio. No hablé de ninguna persona en particular porque si ya me habían amenazado de muerte, ahora mismo no me atrevo a decirlos, aunque los tengo en mi cabeza.
¿Denunció alguna vez esas amenazas?
-Cuando era presidente don Abel Pacheco, muy amigo mío, le dije: “Nada más para comunicarle que si a mí me encuentran muerta, estos son los culpables” y puse el nombre de tres personas: dos hombres y una mujer. Entonces me llamó a una reunión con el fiscal ambiental y me pidieron que durante seis meses no fuera a Manzanillo. Después me dieron los resultados de la investigación y me dijeron: “No encontramos un plan concreto para matarla, pero están poniendo a toda la comunidad totalmente en su contra, de modo que si a usted le pasa un accidente, la gente se va a alegrar porque están diciendo que usted está en contra del desarrollo y la prosperidad”. No estoy en contra de la prosperidad, pero quiero una prosperidad que no mate la gallina los huevos de oro, que es la naturaleza.
¿Qué tipo de amenazas recibía?
-Diay, que me iban a matar, me llamaban por teléfono y me decían eso. Una vez una amiga de Guápiles llegó a una reunión en la zona, abrió una puerta equivocada y escuchó que decían: “Hay que deshacerse de Anacristina porque todavía con ese recurso de amparo se sigue oponiendo a un montón de cosas y no me deja sin hacer la plata. Hay que deshacerse de ella de cualquier forma”. Eran dos hombres y una mujer. Ella cerró la puerta y me dijo: “Ana, te van a matar”.
¿Esas personas toman decisiones con el plan regulador?
-Yo le pedí que me los describiera y eran esos tres personajes, que ahora son millonarios en dólares porque han vendido quintas en la Zona Marítimo Terrestre. Esas personas son investigadas en este momento y sus casas fueron allanadas porque se han metido en todo, con las municipalidades, con asociaciones como si fueran ambientalistas, engañan con eso. Ahora el Plan Regulador Costero de Talamanca es realmente destructivo y dañino, pero ahora el presidente (Rodrigo) Chaves lo ha impulsado, por eso ellos se sienten apoyados.
¿Qué han hecho las autoridades?
-Ahora me doy cuenta que simple y sencillamente el Minae y el Sinac (Sistema Nacional de Áreas de Conservación) no han hecho su trabajo, como se ve en el desarrollo inmobiliario que hay en el refugio.
¿El problema es el Plan Regulador Costero?
-Antes de eso estaba el Plan de Manejo, el que finalmente me encontré cuando regresé de Holanda, que en realidad era un plan de urbanización porque permitía construir en una gran cantidad de terreno, eso porque el Minae, el Sinac y el Área de Conservación La Amistad Caribe (Aclac) no han hecho ningún estudio de capacidad de carga, ni un reglamento para quienes quieren construir en el refugio.
¿Se debe regular el tema de construcciones en el lugar?
-Sí, porque si hay propiedad privada. Es decir, si se permite una propiedad privada en la zona costera a través de una concesión como la que yo tenía, deben regularse las construcciones. En mi caso me hice mi propio plan: no cortar un solo árbol y no lo corté.
Se trata de un bien demanial (del Estado), que puede ser retirado…
-Los primeros 50 metros de playa son públicos y los 150 metros después de eso son la Zona Marítimo Terrestre, un bien demanial. Les quedaba facilísimo poner regulaciones y nadie las puso. Esa fue mi molestia con el ministro Hernán Bravo, el ministro de la Chunchicola.
En la década de 1990 el IDA (Instituto de Desarrollo Agrario) empieza a regalar grandes fincas en el refugio y la situación se complica.
-Mi denuncia sirvió para que no construyeran, pero estaban regalando los terrenos. ¿Quién sabe qué hay ahí detrás? ¿Por qué el IDA va a regalar terrenos y a gente del Valle Central? Se supone que debe dar terrenos a gente sin tierra que va a trabajarla, pero para un desarrollo urbano-turístico, eso no puede. Aunque bueno, cuando hay voluntad en el Gobierno todo se puede.
¿Después de la publicación del libro seguía visitando Manzanillo y seguía en la lucha?
-En 1995 me fui para Holanda y no seguí en la lucha, puse el recurso de amparo y lo gané. La redacción de los magistrados fue muy hermosa porque decía que “el cuido de la naturaleza no puede ceder por intereses económicos, es primero la naturaleza y después el dinero”, pero eso no se puede aplicar porque yo regreso y siguen las amenazas de muerte, porque los empresarios sabían que de ahí eso era clavos de oro. Al Minae no le interesa regular y no hace caso de la sentencia de la Sala IV.
Nueva novela
La escritora nacional publicará en octubre su primera novela de ficción con la editorial Zona Tropical.
“Es con un editor estadounidense que vive aquí, en Costa Rica. Me gustó el contrato que me ofreció porque proponía que al año se traducía al inglés y el mercado en ese idioma es muchísimo más grande que en español”.