Soy una mujer soltera de 34 años. Viví con mi pareja nueve años y por el tipo de trabajo que tengo me fui descuidando con mi figura y subí catorce kilos. La verdad no me importó porque yo creí que tenía una relación de verdad. Pero desde que aumenté, todos los días teníamos problemas porque él me insistía en que bajara de peso. Yo soy consciente de que nunca me hice el propósito de bajar, pero jamás me imaginé que él un día se fuera de la casa.
Las separaciones rara vez responden a detalles tan puntuales de una relación, es más común que ese aparente motivo sea simplemente la gota que derramó el vaso, es decir, vínculos que arrastran diversos problemas sin resolver suelen disolverse por situaciones triviales en las que uno de los dos dice “hasta aquí” y opta por la separación.
Por lo general, los problemas que enfrentan las parejas pueden generar un reforzamiento de la relación cuando cada problema es resuelto con creces y sin que desgaste el vínculo, por el contrario, cuando la pareja es incapaz de resolver las diversas situaciones conflictivas que depara la vida y estas más bien se prolongan, van minando la credibilidad de cada uno y la credibilidad en la relación, y desde luego disminuye la calidad de la vida de la pareja.
Este escenario de mil problemas no resueltos es el ambiente propicio para que por “cualquier cosa” se produzca una separación. Es decir, la motivación por separarse supera con creces la motivación por mantener la relación.
Por eso, para superar la situación, sea en el plano personal, a la espera de un nuevo amor o con el objetivo de una reconciliación, es fundamental valorar la relación de pareja a lo largo de los años, para determinar cuáles fueron esos factores que se fueron acumulando y que a larga dieron al traste con la relación.