Mi estimado ex alumno Andrzej Baranaski, hoy exitoso estudiante de doctorado en los EE.UU., responde a mi minoritaria opinión de que necesitamos más diputados, indicando que necesitamos menos. Lo hace con argumentos de economía política. (Opinión La Extra, 3 de abril). Bienvenida su participación. Aquí mi respuesta.
Mis argumentos han sido tres. Uno, en Costa Rica nunca hemos tenido una menor relación de diputados a representados que la actual. Dos, Costa Rica tiene una de las menores relaciones de población por diputados que se da entre las democracias del presente. Tres, las tareas que debe cumplir un diputado exigen una cantidad mayor a la actual para que puedan cumplir en el plenario, en las distintas comisiones especiales, en las comisiones plenas, en el estudio de los expedientes, en la relación con su comunidad. Como no tenemos esa cantidad de diputados, que si se dio en nuestra historia y si se da en otros países, hemos recurrido a personal contratado para suplirlos. Y el resultado es que tenemos uno de los mayores gastos del mundo en personal al servicio de los diputados. En lugar de tener representantes de los electores tenemos pega-banderas.
Andrzej señala que mi argumento no es válido porque la economía experimental ha encontrado que no es cierto que un grupo de personas toma mejor decisión que una persona porque “en la toma de decisiones colectivas con la presencia de muchas partes involucradas… se… da la dificultad de llegar a un acuerdo o consenso y el costo que esto conlleva para la sociedad”. Cierto, hay costos de negociación mayores con un grupo más amplio pero habría que probar que esos costos son mayores a los beneficios y además la labor legislativa no es la de tomar una decisión colectiva, sino la de elaborar una decisión colectiva.
Si no fuera este el caso sí podría ser mejor una Asamblea Legislativa con 4 o 5 representantes, cada uno con un poder de voto proporcional a su representación como en una Asamblea de Accionistas. ¡Pero no! de lo que trata la labor legislativa es de definir las alternativas y de representar a los electores, no de escoger entre opciones limitadas. Y por consiguiente se necesita una representación capaz de debatir inteligentemente sobre los cientos de proyectos de ley que se estudian simultáneamente, de representar los intereses de sus electores y explicarles sus decisiones.
En segundo lugar señala con mucha razón Andrezj que se diluye la responsabilidad cuando se toman decisiones entre un grupo grande. Cierto, por eso es necesario establecer con claridad el vínculo entre el diputado y la comunidad o partido que representa, y dejar clara la actuación y votos de cada uno en relación a los diversos temas.
Para reconocer las actuaciones de un cada uno de los diputados no se necesita que sean pocos, sino que sus actos les sean específicamente reconocidos.
El tercer inconveniente que señala mi estimado ex alumno es que la actitud de rebaño es muy inconveniente. Esto es que el “mal” diputado asuma ante los conocimientos de un compañero mejor informado, que no vale la pena informarse él personalmente. Pero ante esto, si el diputado es un representante de una pequeña circunscripción territorial o a nivel nacional de un partido tendrá, para su reelección, que responder ante sus electores o ante su partido.
Los argumentos de Baranski están mal aplicados.