Al inicio de un nuevo año, la Iglesia nos invita a contemplar la figura de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Este es un acto profundamente significativo que nos recuerda la presencia inspiradora de aquella mujer que, con su “sí” a Dios, se erige como ejemplo y modelo a seguir para todos los cristianos.
El título de “Madre de Dios” no significa que sea anterior o superior a Dios, sino que subraya una verdad central de la fe cristiana: Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre. Al afirmar que María es Madre de Dios, se reconoce que ella dio a luz a Jesús, Dios y hombre verdadero en la unidad de su Persona Divina.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica: “La Virgen María […] es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios, ya que engendró según la carne al Hijo eterno de Dios, hecho hombre” (CIC n. 495). Este título también resalta el papel único de María en la historia de la salvación. Su sí a Dios en la anunciación permitió la encarnación, haciendo posible que el Verbo se hiciera carne y habitara entre nosotros (Juan 1,14).
Pero María, como Madre de Dios, no se encuentra alejada de las realidades humanas; su maternidad espiritual la convierte en un refugio cercano y accesible para todos sus hijos e hijas.
Grandes momentos de incertidumbre, como la huida a Egipto, vivió la Madre del Redentor. Así, su ejemplo nos anima a enfrentar el miedo confiando totalmente en Dios que lleva adelante su plan.
En el Calvario, María permanece al pie de la cruz. Su presencia es el testimonio de amor incondicional para su Hijo Jesús; que nos enseña a acompañar a otros en su dolor.
Iniciar el año bajo la presencia de María es una invitación a reflexionar sobre cómo enfrentar los desafíos con valentía. Inspirados en su entrega, podemos buscar nuevas formas de servir a los que más lo necesitan por su realidad de pobreza, enfermedad o sufrimientos.
Igualmente, cada uno de nosotros es llamado a contemplar a lo largo del año a Cristo con los ojos de María, viviendo su fe con una actitud de apertura, amor y acogida, siguiendo el modelo de la Virgen Madre, quien, con su humildad y dedicación, hizo de Jesús su razón de vivir.
¡Madre Santísima!, al iniciar este nuevo año, te pedimos que nos acompañes en cada paso que demos. Intercede por nosotros ante tu Hijo, para que, en medio de los retos y momentos difíciles que podamos enfrentar, nunca falte en nosotros la fe, la esperanza y la fortaleza. Enséñanos a confiar en la voluntad de Dios, tal como lo hiciste tú, y a abrazar los desafíos con valentía y amor, a pesar de las adversidades, tú que eres Madre de Dios y madre nuestra protégenos. Amén.