La presencia de miembros de las pandillas centroamericanas como la Mara Salvatrucha o la Barrio 18, ha sido constatada por las detenciones que han hecho las autoridades en diferentes partes del país.
Según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) la presencia de esta gente se ha dado desde mediados de la década anterior, donde confirman la captura de 11 de ellos, de ambas agrupaciones que han sido vigiladas de cerca.
Uno de esos integrantes y jefe de una clíca (célula de la Mara) identificado como Paz conversó con DIARIO EXTRA desde la cárcel La Reforma de donde descuenta una pena de 25 años y dio algunos detalles de ese peligroso grupo.
Esposado y junto a un oficial penitenciario empezó su relato asegurando que está en el país desde el año 2008.
“Me detuvieron un año después en Curridabat por narcotráfico y un secuestro ocurrido en Paso Ancho y se dieron unos allanamientos en Paso Canoas donde también pegaron a mi exesposa y hermana. La intención era secuestrar tres ticos, la bronca fue por una pérdida de 2 kilos de cocaína, en este negocio el que toca lo indebido tiene que irse donde San Pedro”, explica.
Este salvadoreño agrega que estaban negociando para que pagaran ¢6 millones, pero uno de los hermanos se puso nervioso, llamó a la policía y se entregó.
500 JÓVENES A CARGO
Paz manifiesta que la Mara nació en el sur de Los Ángeles en los años 80, cuando familias salvadoreñas salieron huyendo de la guerra.
“Llegué a tener 500 muchachos en clícas (a cargo) y estuve 13 años involucrado donde siempre me tomaban en cuenta para todo, me respetaban, me daban amor, éramos una familia. Para defenderme usé diferentes calibres de armas y tengo más de 70 tatuajes en todo mi cuerpo, en el grupo no se consumía droga y el que la probaba era ejecutado”, explicó.
Estos jóvenes se ponían a prueba en una misión sangrienta y eran apadrinados por otra gente.
“Para probar fidelidad se le encomienda ejecutar al enemigo, tiene que caminar con nosotros, todos te están estudiando. Tráfico de armas, drogas, robos, asaltos y extorsiones es lo que más se da, en realidad lo que hacemos es defendernos, si me faltan el respeto me defiendo, mi integridad física es primero”, aseguró.
Este exintegrante y jefe de la Mara Salvatrucha dice que el que ingresa a la organización es por amor a la familia y al grupo, no por otra cosa.
“Nosotros ponemos el jefe, pero también lo quitamos y si falta a la lealtad se va para donde San Pedro, le inculcamos a los integrantes el amor y el respeto entre todos. Para financiarnos cobramos las rentas, debido a que libramos una guerra y sin financiamiento se pierden, además vamos evolucionando, ahora los jóvenes no se tatúan, todo es interno”, acotó.
Paz sigue su relato y asegura que en prisión no se ha topado, pero si falsos mareros.
“Cuando les hablo en señas o en el léxico que nos distingue quedan perdidos, son personas falsas que por ganarse fama aseguran ser miembros de la mara. Por mi hija tomé la decisión de cambiar mi vida, aquí tengo una pareja y en mi país dos mujeres, pese a que la madre de mis otras hijas es miembro de la mara y mis hijas menores están presas”, recordó.
CELEBRA ESTADÍA
Muy tranquilo, Paz asegura sentirse bien en nuestro país donde espera quedarse.
“Tenía distribuidora y un restaurante en Ciudad Neily, en mi país no puedo tener nada por pertenecer a la mara y no podía permitir que mis hijos mueran de hambre. No me arrepiento de mi pasado porque aprendí a sobrevivir en las calles peligrosas de San Salvador, sin embargo no se tienen ambiciones de venirse para acá, tal vez los civiles que huyen de la guerra lo hacen, pero lo mareros emigran para el Norte”, agregó.
En Costa Rica existen pandillas de origen local y desde hace muchos años, sobre todo en los sectores urbanos marginales están dedicados al narcomenudeo con alguna evolución en la violencia, pero sin generar rituales sangrientos de reclutamiento.
Este guanacolocos, que prefirió no revelar su nombre completo, permanece en el ámbito B de Mínima Seguridad donde trabaja en los talleres, en un programa del INA.