El próximo viernes 1 de mayo concluye el año legislativo y el diputado liberacionista Carlos Ricardo Benavides dejará su cargo como presidente de la Asamblea Legislativa. Nadie imaginó que sería bajos las circunstancias que vive el país y el mundo, una pandemia que augura la crisis sin precedentes.
Su labor al frente del Congreso, que condujo de forma ecuánime y aplicando el instrumento del diálogo y la negociación, le permiten hoy llevarse los elogios e incluso hizo que muchos desearan su continuidad en la silla presidencial del Parlamento, pero él prefirió rechazar la opción y seguir premiando la gobernabilidad legislativa.
El siguiente es un extracto de una entrevista con DIARIO EXTRA, donde habla sobre su labor y su visión de lo que viene para el país.
¿Qué opina de lo que vive el país hoy?
-Jamás imaginamos que íbamos a terminar el año legislativo incluso sesionando fuera de la Asamblea Legislativa, eso era inimaginable. Esa decisión, sobra decir, fue muy oportuna para que, hasta hoy, ningún diputado haya contraído el virus. Ahora lo que viene es pesado y obligará a sacar lo mejor de cada uno para salir adelante. Negar que habrá más desempleo o que la economía va a sufrir mucho sería mentir, más bien hay que tener eso como un hecho y ante la crisis la pregunta es qué vamos a hacer por responder a esos desafíos. La crisis económica ha dejado al desnudo mucho de los problemas estructurales del país y del Estado.
¿Qué opina sobre la situación financiera de la CCSS?
-Ha dejado claro (la crisis) que hay instituciones que han sido y siguen siendo base fundamental de Costa Rica, como la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), y con respecto a esta institución hay mucho qué pensar y hacer para dotarla de mayores recursos que sean sostenibles en el tiempo y no solo darle plata prestada.
¿La crisis golpea más al sector privado?
-La crisis ha dejado aún más claro que los recursos públicos son limitados y que durante muchos años se gastó más de lo que se tenía, incluso de forma innecesaria. Se requiere mantener saludable a toda la planilla de funcionarios públicos que se necesitan y a los que hay que pagarles dignamente sin que eso signifique un abuso en contra de la ciudadanía, es un tema de equilibrio. Al sector productivo hay que bajarle los costos, especialmente en tramitología para que pueda crecer más rápido, se va a necesitar de mucha audacia. Escucho a gente que pide poner impuestos a las zonas francas, eso sería echarlas del país. Todos tenemos que aportar tanto en el sector público como en el privado.
Pero el Gobierno detuvo el avance a la reforma al sector público…
-Si se hiciera un símil con un equipo de fútbol, el sector público es como la defensa y el sector privado es la delantera que jala la creación de empleo y produce riqueza; el sector público es donde se asienta la defensa de la institucionalidad democrática y entonces hay que cuidar a ambos e incentivarlos, pero el Estado no puede mantener una cantidad de gastos y de duplicidades de las que se le viene acusando de hace años y no hay forma de entrarles a los problemas porque aparece un grupo de interés que dice “a mí no me toquen” y que tiene incidencia sobre decisiones políticas.
¿Hay claridad sobre cómo el Ejecutivo va a enfrentar lo que se viene?
-No, el Gobierno no plantea aún una política de carácter general para lo que viene y ha tardado para hacerlo. Yo esperaría que sea pronto que el Gobierno le diga al país cuál es el rumbo y cómo vamos a suplir las grandes carencias que tenemos, pero de una forma integral. No soltando un proyecto en la boca de un ministro y al día siguiente desmintiéndose, sino con propuestas serias, bien pensadas y valoradas. Yo entiendo perfectamente que ha sido un periodo de mucha complejidad, donde el Ejecutivo ha estado atendiendo asuntos apremiantes, pero ya ha pasado un tiempo considerable y al país hay que hablarle en términos de lo que sigue y lo que viene.
Se ha dicho también que en esa toma de decisiones el presidente Alvarado debería estar más abierto a escuchar a todos los sectores. ¿Esa actitud tiene que asumir el mandatario?
-Yo creo que el presidente tiene que tener mayor apertura y escuchar a todos los grupos, también para rodearse de las mentes más lúcidas de este país independientemente si vienen de algún partido o no. No es este el momento para hacerse rodear de amigos del partido, sino de la gente más talentosa. El Gobierno debe escuchar las propuestas a los grupos y después tomar la mejor decisión. Esto es una situación inédita, no se parece a nada y probablemente sea el periodo de mayor dificultad económica del mundo en el último siglo, así tan grave es y ocupa mucha inteligencia, cordura, serenidad y prudencia y la necesidad de resolver. Aquí nos estamos jugando el país todos los días, y la estabilidad social y democrática, eso sin ninguna duda.
Inicia también la labor de un nuevo ministro de Presidencia…
-Me preocupa cómo se va a desenvolver la relación entre el equipo económico del Gobierno y el nuevo ministro de la Presidencia. Don Marcelo es un hombre inteligente, bien preparado y buena persona, pero ha tenido posiciones en el pasado reciente que no coinciden con las políticas del Gobierno y ahí hay una incoherencia de entrada. Esperamos que haya existido un acuerdo previo entre el mandatario y su ministro de Presidencia para que la línea en materia económica y social sea una, no varias, y no se genere un retraso en la aplicación de medidas económicas.
Háblenos de su decisión de no aspirar a un segundo mandato legislativo.
-A veces se tienen los votos, pero eso no genera gobernabilidad y lo que viene va a requerir mucha gobernabilidad, ese debe ser el interés que esté por encima de cualquier otro. No es un momento para el lucimiento personal, para intereses personales, es un momento para pensar más en el país y la forma de pensar mejor en el país es lograr dar sostenibilidad al trabajo de la Asamblea Legislativa y creo que ese es el factor predominante.
¿Cómo resume su presidencia?
-Ha sido un año complejo en términos de la cantidad de asuntos que la Asamblea Legislativa tenía la obligación de ver y una gran complejidad de las materias. El reto más importante fue sacar adelante la legislación a pesar de las grandes diferencias que existen entre las fracciones, donde ninguna suma de menos de tres bancadas garantiza mayoría simple y ninguna suma menor a cuatro garantiza mayoría calificada, eso genera una particular complejidad.
¿Cómo se reflejó eso en cifras?
-La Asamblea Legislativa, en el segundo año, aprobó en segundo debate 154 proyectos de ley. Para tener una idea en el primer año, que fue muy bueno, se aprobaron 114 leyes. Ha sido una cosecha importante en la cantidad, pero también en la calidad de esas leyes aprobadas.
¿Cuáles leyes destaca?
-El bloque de leyes que conformaron nuestra posibilidad de acceder a la OCDE, entre las que están el delito de cohecho internacional, la ley de competencia, de seguros en materia bancaria, la modificación a la junta directiva del Banco Central, a la junta directiva del Incopesca, realmente proyectos complejos que tocaban intereses de distintos sectores. Hoy el país está listo en materia legislativa para ingresar a una de las organizaciones más importantes del mundo, que será muy relevante para efectos futuros, donde las relaciones comerciales entre países se basen en estandarización de normas. Cuando otros países, competencia de Costa Rica, quieran ingresar a la OCDE será más complicado cumplir con ciertos estándares.
¿Hubo proyectos complicados de aprobar?
-Sí, podríamos decir que no fueron pacíficos de aprobar. Uno de ellos fue el de educación dual, iniciativa del diputado Wagner Jiménez, que fue controversial pero que se logró un acuerdo para incentivar a nuestras futuras generaciones a salir de un colegio debidamente capacitado para ingresar directamente a una empresa, cuyo ejemplo podemos ver en Alemania, donde la disminución del desempleo ha sido enorme en eso que llamamos ninis, personas jóvenes que ni estudian ni trabajan.
¿Y la regulación a las huelgas?
Sin duda alguna uno de los proyectos más complejos, controversiales y en medio de una situación convulsa fue ese. Fue un proyecto que requirió cientos de horas de negociación y no solo entre fracciones, sino al menos dos meses con representación sindical en las oficinas de la OIT. Ese diálogo permitió aquilatar mejor las decisiones, mejorar el texto y avanzar en un proyecto que se necesitaba para poner orden, de manera que la huelga siga siendo un derecho como lo es, sin que eso implique un desorden o un abuso contra los asegurados de la Caja o de los padres que necesitan que sus hijos coman en los comedores escolares. Obviamente habrá representantes del sindicalismo que nunca estarán de acuerdo con ninguna negociación porque para permanecer en sus cargos necesitan de la intransigencia.
¿Cuál fue la clave para sumar esas voluntades en el Plenario?
-Hemos logrado articular el trabajo de todas las fracciones con un excelente ánimo y voluntad de parte de todos los diputados y jefaturas de fracciones. Hemos recurrido a una constante conversación, diálogo, negociación, construcción de acuerdos cotidiana para ver el resultado que tenemos. El diálogo será muy importante en lo que viene, en la etapa de reconstrucción de la economía nacional, con un déficit fiscal que a final de este año no será inferior al 8% del PIB y un gran desgaste porque las reformas en materia fiscal se hicieron tarde. Es decir, se van a requerir grandes diálogos, con el sector productivo, el sector sindical, con sectores que representan diversos intereses.
¿Cómo explica haber logrado proyectos como una reforma fiscal o una reforma al reglamento? Planteamientos impensables en asambleas anteriores.
-Tiene que ver con varios factores. Hubo antes diputados de distintos partidos políticos que descubrieron en el abuso del reglamento la llave para imponer una posición minoritaria, lo que conocemos como el obstruccionismo o el filibusterismo parlamentario. Donde un solo diputado detenía el Congreso. Pero además esos diputados encontraban apoyo en distintos sectores de la sociedad, y sin ningún pudor presentaban un carretillo de mociones y les aplaudían. Hoy los 57 diputados ven que ese comportamiento no luce bien ante la gente, es desgastado. Y además en el primer año los que teníamos más experiencia hicimos énfasis en la improcedencia moral de actuar así.
Además, la inmediatez de las redes sociales permite visibilizar al diputado que se oponía sin argumentos.
-Eso ayuda mucha porque deja expuesto en tiempo real cuando alguno presentaba 50 mociones y la gente le cae encima. Hay una nueva dinámica en la política y creo que hay formas nuevas en la cultura política legislativa, lo que antes se veía como bueno, hoy se ve mal y como producto de ese cambio de voluntades fue posible la reforma al reglamento.
¿Es infalible el reglamento legislativo?
-La reforma al reglamento es un instrumento que no se ha probado contra la mala fe y el filibusterismo de forma completa, ni sometido al estrés de la mala voluntad. Es decir, desde el punto de vista jurídico aún es imposible que una persona trabe el Plenario. Por ejemplo, cada vez que se abre a comisión general sabemos el riesgo que alguien presente 100 mociones y ahí se trabe todo. La Asamblea ha funcionado bien, más que por el reglamento, ha sido por una dinámica de voluntades, de conversación, acuerdos y un trato adecuado, donde hemos acelerado cuando hay que hacerlo o ir más lento cuando hay cansancio o resistencia a algunas leyes.
¿Espera que continúe así?
-Tengo la fe, que la emergencia sanitaria y económica nos comprometa a todos los que estamos en política a retrasar los ciclos electorales o las contiendas para lograr aprovechar este año y el 2021 para aprobar las reformas que sean necesarias y urgentes.