Este es el principal problema que tenemos con los gobernantes. No que defiendan unas ideas u otras, no que estén muy alejados de lo que siente y padece la población en general, sino su falta de preparación para abordar desde la previsibilidad el necesario adelantamiento a la realidad social.
España vive una crisis con precedentes, aquellos que ocurrieron a mediados de los 70, los primeros de los 80 y los de mediados de los 90. Es cíclico, se repite cada x años, por lo tanto, predecible y evitable. Bien es cierto que la crisis que vivimos actualmente tiene sus propios tintes, como todas, pero refleja fielmente la incapacidad de nuestros gobernantes para prevenir, planificar y evitar sus consecuencias.
Este es el principal problema que tenemos con los gobernantes. No que defiendan unas ideas u otras, no que estén muy alejados de lo que siente y padece la población en general, sino su falta de preparación para abordar desde la previsibilidad el necesario adelantamiento a la realidad social.
Trabajar en Planificación Estratégica es una verdadera aventura vital y me ha hecho, a lo largo de los años, comprender que todo es modificable, convirtiéndonos en agentes de cambio social, con la necesaria capacidad para introducir los cambios necesarios, siendo fundamental contar con un perfecto análisis de la situación de ahora mismo, partiendo de lo ocurrido anteriormente y dibujando escenarios de lo que puede ocurrir en los próximos periodos.
El cuerpo político no sabe y no quiere realizar esta labor. Principalmente, porque la misma se tiene que dar a medio y largo plazo y nuestros políticos son demasiado cortoplacistas, pensando siempre en las próximas elecciones desde el primer momento en que comienza su periodo de gobierno.
Todo aquello que se hace, aprueba, propone, se hace pensando en la repercusión que tendrá sobre resultados en las próximas elecciones. Esta estrechez de miras nos coloca a los ciudadanos en un callejón sin salida, ya que la aplicación de las políticas necesarias debería contar con acuerdos muy amplios y de largo alcance, mientras que lo que se practica habitualmente son medidas viendo los árboles que impiden ver el bosque.
La ciudadanía se despega de la clase política, pierde la fe en la democracia y deja de acudir a las urnas.
Consecuencias que nunca han afectado a los partidos tradicionales y viejos porque solo piensan en los porcentajes de voto que asignan escaños, incluso en privado aplauden la baja participación porque así los más críticos con la situación dejan de influir en los resultados de las urnas y salen beneficiados.
Es la hora de que asumamos nuestra responsabilidad en la buena elección de los representantes, controlar el funcionamiento de las instituciones, evaluar permanentemente las tareas de gobierno y a los partidos políticos. Es la hora de asumir que somos los únicos que podemos cambiar esta situación y que podemos remover del escaño a todos aquellos que lo hagan mal.
*Asesor en Relaciones Internacionales y Cooperación.