Arruda había asumido el cargo interinamente en diciembre, días antes del fin del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, y fue confirmado por la administración de Lula que asumió el 1 de enero.
Será reemplazado por el general Tomás Ribeiro Paiva, quien se desempeña como comandante militar del sureste en Sao Paulo desde 2021.
Fuentes de la presidencia informaron a la AFP que Lula, quien cumplió agenda de trabajo en Roraima durante el día, se reunirá con el ministro de la Defensa, José Múcio, en Brasilia este sábado y oficializará el anuncio posteriormente.
El general Ribeiro Paiva, de 62 años, inició su carrera militar en 1975. Participó en la misión del Ejército brasileño en Haití, y ya desempeñó funciones en Brasilia, donde comandó el Batallón de la Guardia Presidencial y trabajó como auxiliar en la Presidencia durante la gestión del expresidente Fernando Henrique Cardoso.
Ribeiro Paiva llamó la atención esta semana al pronunciar un discurso durante una ceremonia castrense en Sao Paulo, donde señaló que los militares \”continuarán garantizando la democracia\”.
\”Es el régimen del pueblo, de alternancia de poder. Es el voto. Y cuando votamos, tenemos que respetar el resultado de las urnas\”, dijo el general.
– Discrepancia –
Júlio César de Arruda se había reunido el viernes con Lula en el palacio presidencial de Planalto, junto a los comandantes de las fuerzas armadas y el ministro de la Defensa.
Los comandantes no conversaron con los medios a la salida del primer encuentro de la cúpula militar con el mandatario después de la asonada del 8 de enero, cuando miles de simpatizantes del expresidente Bolsonaro invadieron y saquearon las sedes de los poderes públicos.
Tras esa reunión, el ministro de Defensa, José Múcio, dijo no ver un \”involucramiento directo\” del sector castrense en la revuelta, y garantizó que los comandantes concuerdan en que deben ser castigados los efectivos cuya participación en los actos vandálicos sea comprobada.
Esta sería, de acuerdo con medios locales, la discrepancia entre Arruda y el Jefe del Estado.
Lula dijo la semana pasada estar convencido de que hubo complicidad interna en la asonada en Brasilia, por la cual más de 2.000 personas fueron detenidas.
El mandatario pasó de esta manera su mensaje de desconfianza y anunció que realizaría una \”revisión profunda\” de su entorno más cercano en el palacio presidencial para privilegiar funcionarios de carrera civiles en vez de militares.
Lula, que derrotó por estrecho margen al ultraderechista Bolsonaro en las elecciones presidenciales de octubre, desplazó esta semana de sus funciones a 53 efectivos militares que cumplían funciones en la residencia presidencial de la Alvorada y en el palacio de Planalto.
La relación con las Fuerzas Armadas es uno de sus mayores desafíos inmediatos que enfrenta Lula, según analistas que destacan la amplia presencia castrense en la gestión de Bolsonaro, un excapitán del Ejército, como una señal de afinidad.
Fue justamente frente a los cuarteles donde eligieron reunirse miles de bolsonaristas para protestar el resultado de las elecciones.
Disconformes con la victoria del líder de izquierda de 77 años, los seguidores radicalizados de Bolsonaro pedían la intervención de las Fuerzas Armadas para impedir la inauguración del presidente electo.
Miles de estos simpatizantes en Brasilia se desplazaron el 8 de enero hacia la Explanada de los Ministerios, que desemboca en la Plaza de los Tres Poderes que centra a las sedes de la Presidencia, el Congreso y la corte suprema, e invadieron y vandalizaron el corazón de la democracia brasileña.