Los Juegos Olímpicos cumplieron su cometido en nuestro país, nos han dejado lecciones y reflexiones que van más allá de los triunfos, las estadísticas y los récords. Hemos vivido días en los que nuestros deportistas nos han convocado alrededor de las pantallas de televisión y nos han unido en un solo sentimiento de orgullo y esperanza.
El espíritu de los Juegos Olímpicos se vio reflejado en una Simon Biles que le rinde homenaje en el pódium a su contrincante brasileña, Rebeca, que con mérito se alzó con la medalla de oro y en una Brissa Hennessey que abraza emocionada a su contrincante entre olas y lágrimas, felicitándola por su triunfo.
Atrás de cada deportista hay una historia de sacrificio, dedicación, triunfos y derrotas. Atrás de cada participante hay un sueño compartido con padres, hermanos, abuelos, amigos, entrenadores y seguidores que creen en sus capacidades, que le aplauden en el triunfo, acompañan en el fracaso y lo animan a seguir adelante.
También existen, desdichadamente, aquellos que tienen una capacidad infinita de menospreciar y criticar desde un sillón, que escondidos tras el anonimato son capaces de obviar e ignorar los principios y valores que ostenta el olimpismo como excelencia, espíritu de amistad, respeto, solidaridad y juego limpio.
Los valores que el Baron de Coubertin quiso imprimir en los Juegos Olímpicos son valores universales que van más allá de las olimpiadas y deben ser promovidos no solo en las justas deportivas, sino que deben prevalecer en todo momento y actividad humana, pues inspiran a las personas a superar sus dificultades, sus temores y sus limitaciones, así como sus diferencias políticas, económicas, ideológicas, religiosas, de género o raza, creando verdaderos vínculos de amistad y respeto.
En las recién celebradas olimpiadas se vivieron circunstancias y eventos en los que por un momento se violaron algunos de estos principios y las redes sociales se encargaron de sobredimensionar el irrespeto, llevándolos a niveles nunca vistos en una olimpiada. La desinformación se encargó del resto, cada cual tomó bando y sin filtro ni información fidedigna muchos se encargaron de divulgar “su verdad”, de desvirtuar, de ofender, olvidando por completo dos valores fundamentales sobre los cuales se levanta el olimpismo… respeto y solidaridad.
Y si bien estas desafortunadas conductas no opacaron el espíritu olímpico ni la actuación de los deportistas que dieron ejemplo de excelencia, superación, dedicación y entrega, es necesario que el Comité Olímpico Internacional haga una revisión sobre ciertos temas controversiales que deben ser allanados y clarificados lo antes posible, para que las Olimpiadas en Los Ángeles se realicen dentro de los más altos parámetros del espíritu olímpico, sin dar espacio a ningún tipo de controversia o confrontación.
Las Olimpiadas tienen que seguir siendo ese espacio donde el ser humano demuestra sus capacidades deportivas, donde el deportista reconoce en el otro a un competidor, no a un enemigo; donde los valores de respeto y juego limpio son la norma y no la excepción; donde las nuevas generaciones buscan inspiración; donde el cuerpo y la mente son educados para la excelencia, la sana competencia y la superación.
De nuevo gracias a nuestros jóvenes deportistas: Brisa, Alberto, Alondra, Gerald, Milagro y Sebastián por ser ejemplo de los valores del olimpismo, por inspirar a nuestra juventud y enorgullecer a Costa Rica.
*Ex primera dama de la República