Usted puede leer completa la parábola de los talentos en San Mateo 25,14-31. En resumen, es así. Un hombre que se dispone a viajar llama a sus siervos y les encomienda su hacienda. A uno le da cinco talentos, a otro dos y a otro uno. Los dos primeros negocian con sus talentos y los duplican. Pero el tercero entierra su talento.
La consideración que hacemos aquí para los efectos del escrito y desde un punto de vista humano, psicológico, es que este tercero, en vez de fijarse en los dones recibidos, lo hace en sus dos compañeros y deduce que él ha recibido demasiado poco, y que, consecuentemente, no tiene posibilidad alguna de aventajarlos con su talento. A propósito, Anselm Grün concluye: “El sentimiento de inferioridad causa angustia”. Y añade: “De esta angustia solo podría liberarnos la mirada dirigida a Dios, que nos ha regalado la vida y los dones que solo nosotros podemos presentar”.
En el caso de la parábola, el tercer siervo, por temor a un fracaso, prefiere no hacer nada, lo que se convierte en angustia, inutilidad, vacío. El siervo se excusa, aludiendo a la severidad de su señor, pero él mismo se inutiliza, se anula en su proyecto siendo extremadamente severo consigo mismo y lo que ha de exigirse en su tarea. Aquí de nuevo la observación del autor más arriba citado: “La imagen de uno mismo y la imagen de Dios son semejantes”. Y añade: “La interpretación psicológica advierte que el siervo no se ha comportado amorosamente con su vida. La ha enterrado. Por eso no puede florecer nada en él y llega a marchitarse”. Es decir, desaparece como un alguien capaz de mucho, y muere.
Todo ello no procede de Dios como un castigo, sino de uno mismo y su comportamiento. Definitivamente, nuestro Dios, el Dios de la Biblia, el de Jesucristo, no es un Dios de la angustia. Aunque vista, como se hace aquí, a la luz de los principios psicológicos, la parábola de los talentos no nos enseña una solución universal para la angustia ante Dios, el Amo que confía a sus siervos esos talentos. Ya que suele suceder que la angustia, especialmente la religiosa, se encuentra muy reprimida en lo hondo del creyente, y entonces hay que descubrirla, convencernos de que su poder no es tanto, y despojarla de ese poder.
La parábola nos orienta en esa dirección, pues Jesús nos enseña en ella a vencerla, como en tantos otros males, dejándola, quitándole su apariencia de invencible, restándole el poder. Lo que equivale a que solo el camino de la confianza conduce al Dios anunciado por Jesús, capaz de liberarnos de la angustia y de todo otro mal.