Estamos en un año electoral en Nicaragua y el camino parece tan turbio en todos los aspectos para el pueblo, en este proceso donde se pretende elegir a las nuevas autoridades de gobierno y diputados. Pareciera que toda esperanza se esfuma y la luz más allá de esta oscuridad que estamos padeciendo, aun no ilumina ni en lo mínimo. Hay desesperación y recelo con solo pensar en el futuro. ¿Qué nos va a deparar lo que debería ser una fiesta cívica? ¿Cuál será el desenlace? No es cuestión de ser pesimista, es más bien de ser realista ante lo que pasa en esta sufrida nación.
Las aguas electorales se empezaron a mover, el síntoma del “presidencialitis”, cual “epidemia”, está contagiando a muchos, algunos nombres conocidos y otros desconocidos, se apuntan a aspirar a la primera magistratura del país. Como ya es sabido, lo hacen marcados con un slogan a cuesta como de costumbre, exaltándose que son los únicos que pueden salvar a Nicaragua de la dictadura imperante. No está mal, todos tienen derecho a hacerlo si la Constitución Política de la República lo permite.
Hay una exigencia de parte del pueblo desde hace muchos años y se repite con más furor y fuerza cuando se avecina un proceso electoral: UNIDAD en la oposición. Como nos recuerda la historia en comicios anteriores, la oposición cuando se ha aglomerado en una sola alianza, ha resultado ganadora y cuando el ego de la división les corroe el adversario es el ganador. En estos precisos momentos la exigencia de una gran mayoría del pueblo es que se unan todos los sectores políticos democráticos que se oponen a la dictadura y de esa manera poder ganarle holgadamente y darle un alivio al pueblo.
¿Cuál es el panorama actual? Es el más triste y decepcionante de nuestra historia. Esto ha llevado a muchos conciudadanos a decantarse por los partidos políticos que se definen como de derecha y por ende, por la actitud de los que se hacen llamar “líderes” con prepotencia marcada y guiados por la altivez personal. A través de las redes sociales, en foros virtuales el pueblo ha realizado campañas en pro de la ansiada UNIDAD, pero esto, no ha hecho reflexionar siquiera a los dirigentes políticos, prueba de ello es que, en vez de unirse en un solo bloque para ganar estas elecciones, este anhelo se hunde al pasar los días.
Se hace referencia que la voz del pueblo es la voz de Dios. Pero esto no es suficiente para los líderes con ambiciones presidenciales. Ellos en este momento están haciendo caso omiso a las demandas del pueblo, no lo están escuchando, están ignorando sus peticiones, por lo tanto, quienes perdemos somos los de a pie, la inmensa mayoría que está viviendo en un estado económico muy deplorable y especialmente quienes vivimos en el exilio. No han podido llegar a un consenso, no le han podido dar aliento al pueblo, un poco de aire fresco y revivir la esperanza de que tendremos un mañana prometedor.
Ha pasado el tiempo y no han logrado un acuerdo unánime. Esto me lleva a la conclusión que no está actuando en lo correcto la oposición en Nicaragua, ya que no han sido capaces de dialogar entre los mismos sectores que se entiende tienen la misma visión democrática. Todo parece improvisación e inmadurez, tienen más dominio los intereses personales en ellos que los supremos y sagrados intereses de la Patria y de su pueblo.
En voz de todos los exiliados y de la ciudadanía en general nicaragüense, les sugerimos encarecidamente que depongan esa tóxica actitud divisionista y personal, conductas políticas obsoletas, sepan leer atentamente las peticiones y demandas de todos. Escuchen el grito del máximo reclamo popular, tengan voluntad y vigor suficiente para pensar primero en este pueblo que quiere reverdecer como una sociedad de firme esperanza y florecer en espíritu genuinamente con plural alegría. Dejen ya de poner oídos sordos a la voz del pueblo, en ustedes está señores políticos: escuchar al pueblo o condenarlo para siempre.
*Poeta y escritor nicaragüense