La imagen de bares y discotecas inundados de humo provocado por el vapeo deberían de desaparecer, sí desaparecer. No solo se trata de un tema de respeto, sino de salud pública.
En los últimos años, el vapeo ha emergido como una alternativa popular al consumo de tabaco tradicional, prometiendo ser una opción supuestamente más segura para quienes desean dejar de fumar.
Sin embargo, a medida que este fenómeno se expande en Costa Rica, es imperativo que examinemos de cerca los riesgos asociados con el uso de estos dispositivos y las implicaciones para la salud pública.
El vapeo, que implica la inhalación de vapor generado por dispositivos electrónicos que calientan líquidos con nicotina, se ha promocionado como menos dañino que los cigarrillos convencionales, no obstante, la evidencia científica disponible hasta la fecha plantea serias preocupaciones.
Diversos estudios han demostrado que los líquidos utilizados contienen, no solo nicotina, sino también una variedad de sustancias químicas potencialmente nocivas, incluyendo metales pesados, compuestos orgánicos volátiles y productos de descomposición de los líquidos.
Uno de los riesgos más alarmantes es el impacto sobre la salud respiratoria. Aunque los vapeadores no producen humo de tabaco, los vapores inhalados pueden causar irritación en las vías respiratorias y contribuir a enfermedades pulmonares. La exposición prolongada a estas sustancias puede llevar a afecciones crónicas, como la bronquitis y el asma, especialmente en poblaciones vulnerables, jóvenes y personas con condiciones preexistentes.
Además, la adicción a la nicotina sigue siendo una preocupación significativa. A pesar de la percepción de que el vapeo es una alternativa menos adictiva, muchos dispositivos contienen concentraciones de nicotina que pueden ser comparables o incluso superiores a las de los cigarrillos tradicionales.
Es por todo eso que enhorabuena el Ministerio de Salud emitió este viernes el reglamento de la Ley 10.066, que prohíbe los vaporizadores con nicotina sintética y regula su uso en sitios públicos.
Sin embargo, falta más. Es esencial que como sociedad abordemos estos riesgos con seriedad y tomemos medidas preventivas. También se requiere una mayor inversión en educación y concienciación sobre los peligros del vapeo, así como en la investigación para entender mejor sus efectos a largo plazo.