Desde hace bastante tiempo, venimos escuchando a los gobernantes de turno repetir como loras que no hay plata. Sin embargo, ante este panorama tal parece que el pueblo es el único llamado a zocarse la faja y ver cómo elimina gastos del hogar para pagar los impuestos que el Gobierno impone.
Porque ahora, tras el préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) pareciera que están en la necesidad de ponerle impuesto a todos y a todo, casi que si pudieran nos cobran hasta para poder respirar.
Costa Rica atraviesa una compleja situación fiscal y no puede darse el lujo de botar la plata a la calle como si los billetes crecieran en los árboles. Lamentablemente, el Gobierno continúa despilfarrando el dinero de todos en momentos cuando el Ministerio de Hacienda mantiene el discurso de falta de liquidez.
Es así como a los jerarcas de las instituciones les remiten directrices para no crear plazas, pero, lejos de eso, algunos tratan de meter goles de chilena con los nombramientos para ayudar a sus amigos, conocidos y hasta los pegabanderas colocándolos en algún puesto antes de que acabe la Administración del partido de turno.
Como si esto no fuera suficiente, una vez montados, empiezan a ver cómo cobrar extras por aquí y por allá. Ocurren entonces situaciones curiosas, precisamente en medio de la pandemia, donde muchos hasta salen a hacer trabajos que no corresponden con sus puestos.
Es así que estas personas pasean a costillas de la institución donde trabajan, con su respectivo hotelito y comida paga, muchas veces sin que su presencia sea necesaria. Aquí es donde se ve quién tiene puesta la camiseta por el país y quién está nada más para sacar ventajas propias… Algunos, en definitiva, no piensan zocarse la faja nunca.
Es inconcebible conocer que el Instituto Nacional de Seguros (INS) esté gastando ¢187 millones en dos ascensores externos, cuando uno se da cuenta de que no es que no haya plata, sino que solo hay cuando se trata de usarla en cosas suntuosas e innecesarias.
Ya un proyecto similar había sido detenido en el 2004, también con la misma empresa Edica. Entonces, no entendemos cómo en tiempos de austeridad se les ocurre hacer un gasto de este calibre, como si fuera irse a comprar una caja de chicles. ¿Y la pandemia?
Después de ver la Cochinilla, cualquier gasto que se haga en las instituciones gubernamentales genera sospechas, en especial cuando se repiten empresas y proyectos fallidos como en este caso.
No entendemos la necesidad de una inversión tan alta en un momento donde todo mundo o la gran mayoría está en teletrabajo y los usuarios se habituaron a efectuar los trámites de manera digital, entonces parece un gasto absurdo y antojadizo en tiempos donde debemos de economizar y optimizar los recursos.
Pero pongámonos a pensar en una situación más cotidiana. Supongamos que en medio de las complicaciones económicas que tienen las familias por la pandemia a alguno de los miembros se le ocurre que quiere remodelar la casa y para eso se va a endeudar, lo más probable es que el resto de los miembros de la familia se lo impidan, porque no es el momento para gastar un dinero que no se tiene en algo que no resulta prioritario.
Es elemental, no falta tener dos dedos de frente para saber que en medio de una crisis usted no se pone a hacer loco, porque cuando ocupe el dinero para algo urgente no va a tener qué gastar ni tampoco habrá la posibilidad de pedirlo a alguien más.
En un país donde se requiere una mayor transparencia al momento de la rendición de cuentas, los jerarcas deben ser totalmente abiertos a las funciones que desempeñan y nunca buscar escudarse ante los problemas que atraviesa una administración.
El Gobierno debe tomar cartas en el asunto sobre los despilfarros en la Administración Pública. Si piden orden a las finanzas, que empiecen predicando con el ejemplo, de lo contrario el discursito de austeridad sale sobrando.
La situación fiscal es un problema de todos, no solo de unos cuantos. De nada sirve poner nuevos impuestos cuando en la casa no se quiere ordenar los gastos y se usa la plata como si no costara nada.