Desde niño Óscar Eduardo Cubero Rodríguez consideraba a las lechuzas como animales elegantes y majestuosos, esa atracción fue creciendo diariamente hasta el punto que pudo convivir con una de ellas.
El parque central de Desamparados, San José era lugar de encuentro de todos los niños y jóvenes del cantón y la iglesia era el punto de atención por la cantidad de lechuzas que anidaban.
¨Recuerdo que yo me paraba frente al templo para contemplarlas y ahí nació mi deseo y ansiedad de tener una¨, expresó Cubillo.
Para la familia era notoria la atracción que sentía el pequeño Eduardo, pero fue la abuela, quien dejó una huella en él, pues un simple regalo dio el inicio de una gran colección.
¨Mi abuela vivía en EE.UU. y me trajo 3 lechuzas, tenía como unos 7 años; en ese época estaba de moda la película Bambi y las lechuzas eran los personajes de edición de colección; me sentí tan lleno que las cuidé y empecé a guardarlas¨.
En la Escuela García Monge tuvo la oportunidad de cuidar uno de estos animales, pues el centro educativo había adquirido una para que combatiera el exceso de palomas.
La llegada del filósofo
A los 15 años Eduardo tuvo su mayor sorpresa y regalo por la madre naturaleza. Estaba caminando, y vio que a la vuelta de donde se encontraba algo golpeó un bus y cayó al suelo, para su sorpresa era una lechuza. ¨Se me cumplió el deseo más grande, era mía, no era la lechuza de la escuela, ni las de la iglesia que el padre Cortés nunca me dejó coger; era mi propia lechuza. Por su belleza e inteligencia la llame Sócrates como el gran filósofo¨.
Golpeada y con problemas en sus patas, Óscar se la llevó a su hogar para cuidarla y brindarle la atención necesaria. Tenía dos opciones claras, si moría la podía disecar para su recuerdo o si vivía, la cuidaría hasta que pudiera volar y la soltaría para que siguiera su curso.
Después de muchos cuidados, medicina y buena alimentación por varios días, la lechuza se repuso y recobró toda su energía.
¨Yo sabía que no era mía, la llevé al patio chineándola y la solté, pero volvió; la volvía a soltar y regresó nuevamente, así que decidí mantenerla por unos días más¨, expresó.
Pasó el tiempo y Sócrates ya había anidado en su dormitorio, se forjó una gran relación; la lechuza salía por las noches y llegaba a tocar la ventana en la madrugada para entrar a su nido; hasta que pasados los 6 meses comenzó inquietarse y en una de tantas no volvió.
¨Yo tenía el corazón partido, el alma hecha leña, estuvimos juntos más de 6 meses. Me encerré al cuarto y nada me interesaba; al mes apareció, venía muy maltratada y se me murió¨, expresó Eduardo con lágrimas en sus ojos y voz entrecortada.
Anécdotas
Dentro de la colección, de más de 400 ejemplares, se destaca una lechuza singular, pues era decoración del escritorio del Dr. Cubero, de la Marcial Fallas; Eduardo recuerda que siempre contemplaba la lechuza cada vez que visitaba el consultorio, hasta que un día al no verla le preguntó por ella, le contó al Dr. Cubillo su pasión y éste se la regaló, con todo y firma (tercera a la derecha).
Otra anécdota que recuerda con cariño es la historia de las lechuzas enanas. En San José observó un grupo de lechuzas miniatura, pero el valor era de 500 colones (alto precio para la época), le solicitó al vendedor que las apartara una semana; al llegar por ellas no estaban.
Al pasar los años pasó por la misma tienda y vio una de las lechuzas en una esquina y le dijeron que se vendía con otras dos lechuzas, su alegría fue enorme pues eran las mismas que quería hace años y hasta tenían el mismo precio, ¡los 500 colones!
Una lechuza que tuvo (recuerda con tristeza) es una de jade que encontró en una tumba indígena que en una jugarreta de sus sobrinos se extravió.
¨Ahora las lechuzas es tema de familia, todos se han involucrado en la colección, hasta mis yernos me han regalado lechuzas; pero ellos lo ven como algo lindo, yo las contemplo y paso tiempo viéndolas pues empiezo a recordar historias con cada una de ellas¨, agregó.
La próxima semana Coleccionistas de Tiquicia finaliza con la historia de una diminuta y singular, los dedales de Esmeralda Herrera Vargas.