¡Qué cansada la cantaleta que una y otra vez aparece en los medios sobre los viajes y la alimentación del Presidente! ¿Será que en el país no se dan acontecimientos de importancia que puedan informar? Quiero aclarar que difiero en gran medida de la forma de gobernar de esta Administración y que salvo por el trabajo de la señora Vicepresidenta, el Canciller y un par de Ministros más, el resto del gabinete podría dejar sus puestos hoy mismo y nuestras instituciones y el país no notarían su ausencia. Sin embargo, me parece tremendamente mezquina y populista la crítica destructiva que se hace sobre los supuestos lujos del Presidente.
Que hizo tantos viajes, que se ausenta del país continuamente, que pasa subido en un avión… Seguimos teniendo mentalidad de aldea. ¡Por supuesto que viaja! ¿Será que creemos que nuestro país es una súper potencia y que los mandatarios del mundo se pelean y hacen fila para reunirse con el nuestro en Zapote? ¿No podemos ver más allá de nuestras narices y “tomarnos la pastilla de Ubicatex” para asimilar el hecho de que por nuestro tamaño (geográfico, económico, productivo, etc.) somos nosotros quienes debemos ir a tocar puertas para generar inversión y negocios y vender nuestra “esencial” Costa Rica?
Me repugnan los comentarios cínicos sobre estos viajes, porque es obvio que el Presidente tiene que viajar. Probablemente se deba en parte al hecho de que por desconocimiento el Presidente Solís en su momento criticó los viajes de sus antecesores, calificándolos casi como gastos superfluos y que en su gobierno las cosas serían distintas, pero cuando la realidad le salpicó la ropa, él mismo con humildad aceptó que “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”, dimensionando así el “hueso con hormigas” que le tocaría roer.
Y a propósito de roer, la segunda crítica que aborrezco es dedicar tiempo y esfuerzos a comentar si el arroz con pollo que sirvieron en Presidencia llevaba aceitunas y cuál es su lugar de origen, o si dieron lomito en lugar de “bistecs de a peseta”. ¡Qué lejos estamos de poder codearnos con los países de las grandes ligas con los cuales insistimos en jugar!
En primer lugar, la investidura del Presidente se respeta, como lo he dicho en reiteradas ocasiones, independientemente de nuestra ideología política y, como tal, nuestro jerarca debe poder ofrecer alimentación apropiada y con buena presentación. ¿Será que la gente piensa que el Presidente Obama sirve hamburguesas y Joachim Gauck salchichas a sus visitantes? No me imagino al Rey Felipe VI degustando morcilla en el Palacio de la Zarzuela, ni al Presidente Peña Nieto comentando acerca de las deliciosas sincronizadas que comerá el jeque árabe de paso por el D.F. ¡Seamos serios señores!
Por lo anterior y para evitar una indigestión causada por la rabieta que me dan estas cosas, no perdamos de vista el bosque por quedarnos criticando un pequeño arbolito.